Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

jueves, 7 de abril de 2011

La bendita llaga de tu costado...


Hoy Señor, te volveré a observar de lejos. Como siempre me ha gustado hacerlo, y porque de cerca me tiembla hasta el alma y se me nubla la mente. Siempre lo he hecho así, y no tengo porqué cambiar aquello que siempre me sentó bien. Te volveré a ver de lejos, como me gusta verte por las calles venir con andares poderosos. De lejos, desde los últimos bancos que se perfilan buscando siempre a tu Bendita Madre, Salud de mi alma...



Hoy volveremos a vernos, y se hará por fin realidad el sueño que me permite seguir vivo cada día. Hoy por fin Señor, serás descolgado de tu pared revestida de colgaduras del color de la sangre que derramaste por todos nosotros. Hoy volveré a observar, como ese mechón de tu cabello, que juega con la gravedad y se mantiene pegado a tu cabellera por la mezcla de sudor y sangre que envuelven tus cabellos, se desliza una vez más en mi mente y termina por caer y taparte una zona de tu cara. Y de nuevo el tres en tu vida, y como no en la mía. Siempre el tres, Señor. No hay más verdad que el "Tres", ni impares que se le resistan. Hoy Señor, empieza los tres días en los que tus hermanos te damos culto en forma de triduo. Hoy Señor te veré, y me acercaré a Ti una vez más para besar tres veces tus benditos pies, esos que acaricio cada vez que tengo ocasión y en los que estampo tres besos, siempre tres, que previamente se dieron a mis dedo para que ellos al rozarte te los dejaran sobre tu piel. Y hoy Señor de la Redención, mis besos sonoros y sentidos, te los dejaré en la bendita llaga de tu costado, porque así siempre fue, es, y será... tres veces... siempre tres...


Padre, Hijo, y Espíritu Santo... Santísima Trinidad Salesiana. Redención de las pecados, Salvación de los descarriados y Rescate de nuestras almas... siempre Tres... un eterno y perfecto tres impar, que a mi siempre me sienta "divinamente". Hágase siempre tu voluntad... Cristo de la Redención, Señor siempre que has sido, eres y serás el Cristo de mi casa, El Nazareno clavado al madero en el que yo me apoyo y del que busco sustento, el vecino de mi barrio, el compañero mio de pupitres y lapiceros, de pelotas y de patios, de zapatillas gastadas por ir a verte tantas tardes en las que mi madre sabía donde encontrarme...


Cristo Salesiano de rejas antorchadas al caer la madrugá, de tenderetes y toldos una y mil veces montados y desmontados, de noches en vela guardando lo más preciado cual "armao centinela", destino final de chicotás inmortales en noches de luna llena que no existe cuando tu pisas las calles, porqué para mi esos días la Luna es una inmensa Hostia a punto de comernos y devorarnos a todos. Tu, Señor de la Redención, eres el principio y el final de todos mis caminos, la leve angustia que atesoras en tus costeros con la mecida justa que tu muerte se merece, la pureza bendita que se te escapa en la mirada cadáver de un cuerpo que aun parece tener vida, el soplo que alimenta mi fe con los regueros sangrientos de tus heridas, la lima que araña mi alma y le da sentido a mi vida, a mi ser, a mi caminar, a mis noches en vela, a mis días plagados de sonrisas para cuando me hayan de faltar. Lo eres todo, porque siempre ha sido así... y no hay más...


Así que esta noche de nuevo tendré la oportunidad de vivir junto a Ti, Padre mío y redentor, y junto a Ella y lo más cerca que siempre puedo de su verita allá en la penumbra mortecina y fría de la iglesia, sin luces artificiales y con el incienso que nos envuelva de golpe, viviré otros tres minutos más, intensos, inmensos, impares, eternos, gloriosos, inmortales, efímeros, lentos y quizás cortos, pero gratificantes a más no poder... como lo serán esos tres besos a tu pie malherido e inerte, como lo son esos tres golpes en mi pecho porque esos si que me los doy yo a mi mismo, porque me los puedo dar, y como son esas tres cositas que te diré... y que te digo siempre, y que no pueden ser más que estas tres palabras que resumen mi vida... y que ya forman parte de mi, de mi manera de ser y de estar... de mi oración costalera, cofrade y cristiana. Y que sin ellas, yo no sería nada ni nadie...

"Áhyh Ashr Áhyh..."

Porque se perfectamente quien eres... y yo... bueno,... yo soy el que soy...

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