Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

miércoles, 23 de junio de 2010

Padre, échame una mano...


Padre, échame una mano... porqué se presagian noches en vela al amparo de la oscuridad de lunas nuevas o con la brillante claridad de lunas llenas. Con el inquietante e incierto crujir de la soledad y la locura que te envuelve lentamente los sentidos con sus silencios. Noches en las que los párpados no se terminan nunca de cerrar y el sueño no aparece, ni llega, ni siquiera se asoma a tu balcón. Se avecinan noches de angustia, de sufrimiento y de dolor. De escarnio y de recuerdos. De improvisadas oraciones y de graderíos vacíos desde los que alguien siempre parece estar observandolo todo. Siempre...

Padre, échame una mano... porqué en estas noches de desvelo, solo tu puedes ayudarme a pasarlas de la mejor manera posible. Los interminables minutos que atesoran las horas nocturnas, cambian constantemente en el albor de los tiempos. Los sueños de los despiertos se hacen presentes, y apenas te dejan descansar. Pensar con lucidez, e intentar siempre buscar la mejor manera para no herir el alma que inquieta se estremece implacable y llena de furia y parece querer salirse del cuerpo, parece una tarea de titanes.

Padre, échame una mano... se que siempre estás ahí, justo cuando más te necesito, y cuando menos también. Firme como una roca a la que cualquiera quisiera parecerse. Necesito ser roca por unos días, para que todo vaya hacia adelante con la premura del saber que las cosas se hacen por derecho y para bien de todos. Fuerte y noble como un León de piedra maciza, que no ruge si no es necesario. No me quiero volver a equivocar, como seguramente tantas veces ya lo haya hecho antes. No quiero seguir rugiendo sin ton ni son...

Padre, échame una mano... y dime si todos estos desvelos son fruto de los buenos, o de los malos pensamientos. Creo que es la decisión correcta y también creo que es el camino acertado. Pero siempre te cabe la duda. ¿¿Será??... ¿No será?... aun convencido plenamente de que si, los parpados siguen sin poder cerrarse y dejar descansar a un cuerpo que se consume a si mismo. Ojalá todo esto pase pronto y sepamos las respuestas. Ojalá, pues ya quedan pocos días para que la mente descanse y el cuerpo se ponga en paz con el alma.

Padre, échame una mano... sin Ti no soy nada, ni nada quiero ser sin Ti... por eso creo que obraré en consecuencia y terminaré haciendo caso como siempre al corazón. Estás cosas así lo requieren. Y cuando no hay más cera que la que arde, y las calles se quedan vácias, algo en mi interior me dice que ha llegado el momento de decir basta. De que ya la situación se ha vuelto insostenible y que algo hay que hacer... que estas noches en vela no se las merece nadie. Y que desde el convencimiento propio, consensuado con uno mismo, repetidos los pasos para llegar a este momento, uno por uno hasta la saciedad, todo me indica un solo camino a seguir...

No me queda otra, porque no me han dejado otra opción. No me han querido escuchar de ninguna de las maneras posibles. Y las imposibles también han sido desatendidas. Solo he conseguido chocar de frente una y otra vez con el mismo muro sordo, inerte, frío... nada será lo mismo cuando llegue ese momento. Nada será igual cuando el velo del templo se rasgue una vez más. Yo me arriesgo y me la juego... quiero jugarme esa carta, sabiendo que es de las pocas que quedan ya para terminar la partida y poder comenzar otra partida nueva. Quedan ya pocas manos y la baraja cada vez es más escasa. Apenas queda ya tiempo para faroles, y las cartas sobre el tapete de los días que han ido pasando no casan con ninguna como para poder hacer jugada. Pero yo creo que llevo una buena mano desde que comenzara la partida hace ya tantos años que pensarlo te da hasta escalofríos.

Así que Padre mío y Redentor... échame una mano. Voy en tu ayuda... y voy con los míos... con los de siempre... con los que estaremos de por vida pendientes de Ti, como Tu estás pendiente de nosotros día tras día. Noche tras noche. Desvelo tras desvelo. Chicotá tras chicotá que nos da esta vida, que seguramente merecemos.. ¿¿o no??... ¿¿quien lo sabe, si no solamente Tu??... Voy en tu ayuda, Padre... así que solo te pido que me eches una mano... y entonces podré de nuevo dormir y soñar como antaño, como cuando era niño, que todo era mucho más fácil y sencillo que ahora...

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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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