Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

miércoles, 2 de abril de 2014

Los pasos para la salvación...

Ya ha salido, el Boletín 2014 de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Misericordia (El Silencio) y aquí os dejo su enlace, para que os lo descarguéis aquel que así lo quiera. 


Aún así... yo os voy a dejar por aquí, el tercer artículo mío y que por tercer año consecutivo, esta Cofradía ha tenido a bien publicar a este, vuestro servidor. Se titula "Los pasos para la salvación", alegoría de una de las advocaciones que esta talla soberbia de Mora tuvo ya hace algún tiempo. Espero que os guste, y que lo disfrutéis... tanto como yo lo hice al escribirlo...


Los pasos para la salvación…

Amanece. La calle fría y desangelada a estas horas, aún permanece prácticamente a oscuras. Los que contemplan mí caminar, permanecen impasibles, quietos y callados. Solo observan, pero no ven más allá. El gemido mortecino de una bisagra mal lubricada, tiñe de angustia la mañana. Ese ruido algún día terminará. Seguro. Mientras, en la sombría entrada del taller, la gubia aún reposa cansada desde ayer en el tablón de la entrada. Al candil apenas le queda aceite. El frío se cuela por las rendijas de una muerte esperada y que reposa ya en su madero. La sangre, poca, huyendo del barroquismo exagerado, le resbala desde el costado hasta empapar por completo el lateral derecho de ese sudario oscuro y ceniza. Quedan tan solo los últimos retoques y estará listo. Para entregar…

Entregar. Esa palabra me ronda la cabeza noche tras noche al llegar a casa… ¡¡¡Entregar!!!... he de acabar el trabajo. Ya está casi terminado, y aun así, cada día que pasa más pena me da saber que tendrá que salir algún día de aquí. Con cada amanecer de camino al taller, retumba en mi sentir esa palabra… ¡¡¡entregar!!!... Con cada beso que te dejo plantado en la mejilla cuando llego, y cuando me voy a altas horas de la noche, agazapado entre las sombras. Cual Judas que entregó al Señor por un puñado de monedas. Igual. Y a cada beso, más muerte alberga la factura y más vida parece cobrar el encargo…  ¡¡¡Entregar!!!…

Desde los lejanos bocetos en carboncillo mental, hasta los primeros trazos plasmados sobre el papel… ¡¡¡Entregar!!!... Desde la sonoridad de la gubia en cada golpe desbastando el tosco tronco de tan noble madera, ese mismo que fui hiriendo desde el vaciado, sabiendo que a la vez mi herida se fue haciendo más y más profunda en cada paso que daba un poco más allá… devastando mi alma y arrancando de mi corazón inhumano, lo que quedara de maldad… o quizás estoy trayendo poco a poco desde ese más allá, un trozo intangible de allí hasta este más acá… el caso es que tengo que terminar, para poder entregar… entregar…

A decir verdad, me reconfortas a partes iguales que me dañas. Me hieres a mismas maneras con las que me salvas. Tablas, nunca mejor dicho. Estamos en tablas. A cada beso mío, encuentro consuelo tuyo. En cada respiración, te siento aún caliente. En cada parpadeo de mis ojos, expiras una vez más. En cada giro de mi cabeza, la tuya parece girar. En cada golpe, tu sangre. En cada gota de mi sudor, tus penas. En cada lágrima que brota de mi garganta, tu amor. Y yo, cual Judas arrepentido mientras he ensamblado las piezas de este puzzle de madera, sabiendo que con el tiempo, llegaría la hora de tu entrega, ahora que está tan cerca, no te puedo dejar.


Tu palidez me sonroja. Tu temeraria muerte, me alivia. Tu madera, cobrando volumen aún no cobrada la pieza, me muestra la pequeñez mísera y cobarde de nuestra raza y condición humana. Tu textura y tus maneras,… tu forma y volumen tomando forma y vida… y la Vida, cobrándose, palabra a palabra, la redención de una confesión desgranada a base de cincel, martillo y silencio. Conversaciones al amparo de un roto candil, que sigue perdiendo aceite, y que mal ilumina la estancia, diluyendo los sueños entre la realidad de los pliegues de tu sudario, ya por fin acabado.

Tus carnes pálidas, abriéndose de par en par para entregar la vida… ¡¡¡entregar!!!... el violáceo del rigor mortis, el morado de tu mejilla de ecce-homo, el golpe que nos das con tu muerte y la vida que me golpea al verte. Escarnecido. Humillado. Maltratado. Injustamente expuesto al tomento de una cruz que se clavará en el calvario de los granadinos. Te tengo que entregar. Granada no se puede perder, el contemplarte como yo lo he estado haciendo. A la poca luz de las velas. El olor del barniz diluido será transformado en aromas de incienso y cera quemada. La irrespirable sensación aromática de la cola y el serrín, seguramente tornarán por perfumes de claveles de esta vega.

Mientras, recuerdo mis conversaciones contigo. Todas… en la soledad de un taller cuyas caras me contemplan día tras día, y que no saben el buen tesoro que alberga envuelto entre las sábanas frías. He de reconocer que hubo noches en las que te arropé. Simplemente, así me lo pidió el cuerpo. He también de reconocer, los días en que maldecí el encargo, el trabajo, las horas, las noches en vela y los paseos de madrugada, apartando maderas de mi paso a patadas, por no dar con la fe…

Pero ahora, estoy seguro de que algún día, dirán por Granada que todos los pasos les llevan a Ti. Dirán por Granada, que cada vez que la noche se echa a dormir sobre el murmullo del agua tranquila y quieta, que serpentea el cauce que bordea la Alhambra, te esperarán a Ti. Que la oscuridad negra y fría de una madrugada hostil, golpeará profundamente en todos los corazones de los granadinos. En todos. Y eso será así, desde que salgas por esa puerta, que sigue sonando a lamento y a olvido. Ya me queda menos, para ponerte en la calle. Para entregarte…


Será la primera vez que te contemple el sol, las estrellas y la luna. Y no sé, ahora que el atardecer envuelve la ciudad, cual será tu destino. Ni siquiera sé, si conservarás tu estado y el poder de tus hechuras con el paso de los años. Si tus carnes marfileñas mantendrán el frío en los corazones de quienes te contemplen. Tampoco sé, si como a mí me has hecho, harás sentir al resto de las personas que te miren, meros Judas espectadores de tu condena, de tu sentencia, y de tu ejecución…

Lo que sí que sé, es que con el paso de los días que ambos hemos estado charlando en la soledad de mi taller, he conseguido decirte todo lo que a Ti se te puede decir… en silencio… en el más absoluto y enorme de los silencios…

Así que cuando abandones mi casa, cuando “te entregue”, cuando al final el aire caliente y suave de la tarde te dé el sentido que cobrarás como obra y el espíritu sagrado inunde cada nudo de tu madera para ser el más fiel exponente de lo que es una muerte serena y a su vez devastadora, acuérdate de nuestro trato,… de ese que tantas veces hemos hablado. Déjame continuar “los pasos a seguir para la Salvación”…

Sálvame Señor… cuando llegue la hora, Cristo de la Salvación… y te prometo, mientras poso mis manos sobre la llaga de tu costado inerte, que  todo lo que hemos hablado Tu y yo en estos meses, quedará a salvo para siempre, guardado en cada uno de mis golpes a tu madera, guardado en cada pincelada de mis veladuras, y guardado en el blanco de tus ojos entornados… y cómo no, en el cofre de nuestros silencios… 

Francisco Abuín.-


En Granada, siendo el año MMXIV de Nuestro Señor Jesucristo 
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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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