Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

martes, 20 de diciembre de 2011

Pasada ya la primera quincena...

Pasada ya la primera quincena de este mes despiadado como pocos, afilado y cruel donde los recuerdos más cercanos se mezclan con esos ecos lejanos que ya serán inmortales, y te quitan todas o las pocas ganas que le queden a uno de escribir, me he decidido a hacerlo, sabiendo no obstante que no me servirá de mucho. O eso creo...

De todas maneras, las salpicaduras de espuma y sal del pasado día 8 de diciembre aun escuecen en mis manos, mi frente y mi cuello. Esa salada sensación fresca que adormece los sentidos y te reporta momentos que por incomprensibles que parezcan, todos tienen sus porqués y sus sentidos de ser y pasar... o ya haber sido, y haber ya pasado...

Nadie que no haya perdido a personas que hayan marcado a fuego templado, el devenir de los tiempos que uno pasa en este mundo, sabrá de que estoy hablando. Nadie que no se haya acercado con tres flores a una tumba donde yacen inertes, los restos de aquella persona que sonrió a la vera de tus tardes cansadas de juegos, que te legó su ser y sus maneras con cada mañana fresca a la que asomarse en días de sol, que te dio sin tu saberlo un destino y un fin, que te dejó muchas más cosas de las que en un principio creíste tener y que ahora te das cuenta de que siempre estuvieron contigo... nadie sabrá ni remotamente de lo que estoy hablando... o escribiendo...

Estos días, son para mi días de amargura. No la de aquella Virgen preciosa que saluda cada año a la cofrade calle Santiago. Siempre lo dije desde punto y hora en que se marchara para siempre, una de las personas que más me ha marcado en mi vida y de la que no dejo de acordarme, ya no por su muerte, que también, si no por su vida. Por todos y cada uno de los momentos que pasé a su lado. Por cada segundo que Dios me permitió vivir a su vera. Siempre, siempre estaré agradecido por esos segundos. Por esos instantes de felicidad que en su momento no se valoraron quizás lo suficiente, y que hoy, como siempre tarde, se extrañan, se echan de menos y te hacen pensar infinidad de veces, que serías capaz de hacer cualquier cosa solamente por un instante más... un segundo más frente a quien si te demostró, que querer es dar sin esperar recibir nada a cambio... querer por el mero hecho de querer... ser a manos rotas contigo y con la vida, porque la vida luego al final tarde o temprano te las terminará rompiendo...

Y yo llegados estos días, daría lo que fuese por un roce de su piel, por un beso en su mejilla, por una mano suya en mi frente o en mi cara, por el tacto de sus sábanas frescas en verano y calientes en invierno, por el olor de su cocina, por su pelo ajado y de blanco roete, en tremendo contraste con aquellas vestiduras negras, siempre negras desde que la conocí. Lo que fuese, haría lo que fuese por una tarde más con la que bajar a la tienda de Antonio, por pasear por el casco viejo de la ciudad mas sexy de la costa granadina, por que me llamara a voces desde su balcón las tardes que se me hacía tarde jugando en los patios de el colegio de La Antigua. Daría sin pensarlo mi vida, aun a sabiendas que eso ya no será posible...

Sin embargo, cierro mis ojos cada vez que estoy bajo su balcón y la veo. Y la siento, y la quiero... y eso será inmortal. Porque así lo quiso ella y porque así lo quiero yo... y porque cada día que pase en esta vida hostil y despiadada, sabré, que no se de que maneras y con que porqués, que ella está ahí. Cogiéndome la mano y diciéndome una vez más... "Francisco, vamos... que ya viene el Señor... ¿¿¿oyes los tambores???...

No te quiero, Abuela... esto no puede ser querer... esto tiene que ser mucho más que todo eso... y te echo mucho, mucho de menos... tanto, que no se que hago aquí tantos días que pasan lentos y me asfixian. Seguramente me quede algo que hacer... seguramente el Señor me tenga preparado el salvoconducto que me lleve a estar contigo... pero antes... déjame decirte una vez más, que te Adoro... y que eso no cambiará jamás. Por muy mal que se me den los días que hayan de venir... siempre te llevaré flores, tres... Tu, yo y nuestro amor que ese si que será siempre INMORTAL...


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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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