Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

lunes, 28 de noviembre de 2011

Antes de que llegue diciembre...


Antes de que llegue diciembre, y con el los días de amargura que siempre llegan con el que hace doce, para llevarse con ese mes como todos los años muchas de mis sonrisas, os quiero dejar una imagen extraída de este blog  que a mi me dice muchas cosas y me alegra y reconforta, alma, corazón y vida. Porque han sido muchas lunas las que he visto ya en mi vida partir hacía el fondo de la tierra y de la mar, rompiéndose en mil pedazos por Peña Escrita en los fríos y crudos inviernos, o sumergiéndose en las aguas quietas de la Punta de la Mona. Y no existe, como nunca existió para mi ese pedazo redondo de piedra fría y materia gris, al que todos miran y que siempre nos oculta algo. Y algo que se oculta, por muy bello que sea la cara que nos da o nos deja ver, nunca debió de ser bueno...

Ese satélite que pulula originando mareas y maremotos, no sería nadie sin el reflejo de la luz. Sin la que le llega de otro astro que si nos da la vida y al que todos llamamos Lorenzo, Astro Rey, El Sol, Oripandó, etc, etc. Ese si es fuente de vida, y por eso está donde está, en el centro de nuestro sistema. Le da sentido a muchas cosas, hace que otras sean posibles y algunas de las imposibles nos las deja en la retina con cada amanecer y con cada atardecer. Y encima cambia constantemente en su ebullición natural, para proveernos de calor, de luz, y de lo necesario para recargar las pilas de vez en cuando. Pero ella, siempre está de una manera o de otra presente en nuestras vidas. Con ella llega muchas veces la oscuridad, pues hay veces que pasa por encima de nuestras cabezas y ni siquiera la vemos. Esa luna nueva que desdibuja los cielos románticos y placebos de quienes para si la intentan abarcar, cazar, anudar con hilos de melancolía y bajar a los pies de quien así la quiera para si misma... yo no la quiero. Nunca la quise, y no creo ni se un porqué, que me haga tener que quererla...

Pero si la he visto reventar de locura, de soledad y de desarraigo, en cada una de las condenas que me han impuesto, o que yo mismo me he logrado regalar para mi mismo. Si la he visto al levantar la mirada y saber que después de El no hay nada ni nadie, y que por eso ni existe, ni existirá. Si la he visto de refilón, pero siempre hubo algo que consiguió apartar de ella mi mirada. Si la he visto de lleno al llegar la primavera y romperse los ecos sonoros de tambores destemplados tras un crucificado que se, que si no va muerto, ya poco le queda. Si la he sentido, lastimar aun más hondo en mi corazón con cada mirada alzada y puesta en un madero donde se apoyan talón, cintura y espalda del más bendito de los nacidos. Así que no me hablen de ella, pues no existe si la mirada perfila tres clavos ensangrentados con sabor a mezcolanza, canela y clavo.


No, que va, tu ya no puedes conmigo. Luna que engañas y que te sientes sola porque sin luz ni alumbras ni eres nadie. Ni siquiera te echan de menos los que pasan las hojas de un almanaque en el que sales vacía por dentro al pintarte como nueva. Blanca y redonda. Creciente o menguando al compás de los latidos de nuestros corazones, esos que acabarán arrancándose mes tras mes. Ahora mismo no te vemos, ¿¿¿no???... te lo tienes más que merecido, te dirán algunos. Yo ni siquiera me tomaré el tiempo justo y necesario para echarte de menos. Eres cruel, a la par que bella. Eres fría, aunque te muestres tantas veces dejándonos una engañosa visión de tu luminosidad blanca y pura, que parece volver locos a los cuerdos, y dejar a los cuerdos encelados ante tu presencia. Por mucho que me acaricies la cara, el pelo o intentes arañarme nuevamente el corazón... ¿¿¿más???... no, no te dejaré. Porque ya hiciste tu trabajo lento, vil y despiadado... no existes para mi, luna, por mucho que te canten los poetas, te escriban los iluminados, y te pinten los artistas de la voz, la palabra y las artes...

Quédate donde estés, haz feliz a quien así lo sea y lo quiera contigo, y a mi déjame en paz... como en paz algún día tendré que morir. A la vera de mi playa... esa que contigo o sin ti sigue siendo la misma, puesto que el que no la cambia soy yo... mientras tanto, acompaña de celestina a quien proceda, y a mi si quieres, intenta acariciarme el pelo, que yo te diré lo de siempre, lo que ya saben mis familiares que se me fueron con el ultimo mes del año, y que ellos pueden más que tú, luna, porque ellos fueron de verdad, sin más cara que la que me dejaron en vida. Y yo no soy más que su reflejo... así que ya sabes. Por mi parte, el cielo se puede quedar esperando...

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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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