Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

martes, 28 de septiembre de 2010

De otras playas en las que mojarse los pies...

De otras playas en las que mojarse los pies... de eso va esta entrada, la cual se me vino a la cabeza el pasado domingo por la noche, después de todo lo acontecido en un fin de semana que quedará guardado bajo llave en el arcón de mis recuerdos. Tras el viernes pasado en el II Leonazo Cofrade, del que unos por otros parece que no escribamos nada, esperando que lo haga el otro, maroto o el de enfrente. Yo, el sábado tuve el inmenso honor y placer de mojarme los pies en otra playa donde jamás estuve anteriormente. Una playa que es playa de muchos, y de nadie. Una playa que se nos presenta abarrotada de sombrillas en forma de espigados capirotes y con las neveras del alma llenas de plegarias en tardes de Lunes Santos, como si fuese San Cristobal en una atiborrada Almuñecar en pleno mes de agosto, y que tuve la gran fortuna de encontrármela prácticamente vacía el pasado sábado por la tarde. Y digo prácticamente, porque aunque parecía que estuviese yo solo pisando sus arenas, saltando de roca en roca, salpicándome con la espuma que me traían las olas en calma de una marea alta y poderosa y de la cual aun quedan rastros de sal en mis tobillos... no estaba solo.

Y me mojé los pies... vaya si me los mojé. Y el alma... y aunque he vivido momento iguales de intensos a la otra orilla del río Genil, iguales que el que sentí contigo esa tarde, este fue muy, muy especial. Se de otras playas, por supuesto que si. Algunas ya descritas y otras muchas que quedan por contar, descubrir o reinventar. Y se de las orillas de una playa, que los vaivenes de sus olas se cargaron un pasodoble inmortal, el cual yo sigo escuchando noche tras noche. Y en las orillas de esa playa y con permiso de su dueña, yo de vez en cuando me doy un "garbeo", me paro a echar una "miraita" y me mojo también los pies y el cabello. Y a veces me entierro en la arena. Se algunas cosas de esa playa, porque sin quererlo la marea me llevo hasta ella. O sencillamente, porque las cartas esféricas que van dando sentido a nuestras vidas, marcaron aquellas coordenadas hace mucho tiempo ya. Y porque "el de los hilos", sigue haciendo de las suyas...

Pero la playa que me revolucionó los sentidos el sábado pasado a eso de las cinco de la tarde, se que es una playa compartida y querida por muchos. Una playa donde se dibuja cerca de la orilla una huella de un pie izquierdo, valiente y adelantado. Que no siendo solo mía la playa, porque nunca lo será, yo esa tarde me sentí el dueño y señor de todas sus arenas, conchas, corales y espigones... de todo lo que encierran sus míticas corrientes marinas bajo el "agua tapá", donde a uno solo le queda dejarse llevar por la cálida sensación del abrigo de las olas, y la irrefrenable ansia de quedarse allí para siempre. Y fue mía y solo mía, como lo fueron la sal y la arena. Y fueron míos y solo míos, los escalofríos al recorrer todos y cada uno de los bordes de sus costas y sus perfiles. Y fueron míos y solo míos los placeres de sentirlo tan cerca, como jamás lo estuve con los ojos abiertos y el corazón palpitando a borbotones una sangre que es suya y nada mas que suya... quizás fue una casualidad, o quizás quien sabe, esto ya estaba escrito, como el lazo ese que yo siempre comento, y que invisible me fue guiando por las veredas plagadas de arbustos que siempre te dejan ver el camino pero no salirte de el... y que me guió a Ti, Mi Señor...

Recorrí tu calma quieta. Con la mirada te quité la corona de espinas, las potencias y la túnica. Te desaté las manos y curé tus heridas con mis lamentos cobardes, y con el algodón que vi en mi mano de buenas a primeras empapado del yodo de tu playa. Traspase las fronteras de la imaginación estando aun despierto. Soñé tantas veces con ese momento, que nunca supe cuando... ni de que manera llegaría. Y entonces, antes de mojarme los pies, de meterme de cabeza hasta el fondo del abismo eterno de tus pupilas y sentir el frescor impactante de tu bondad y la calor que aun desprende tu mejilla amoratada, mi cuerpo tembló.

Y aun tiemblan mis manos, y mis sentidos se siguen nublando. Estaba solo ante Ti, Señor... intentando que al cogerte por las caderas mis manos pecadoras y mezquinas, fuesen dignas de realizar tan honrosa tarea. Repitiéndome una y mil veces lo que me cuesta aguantar tu mirada, aunque retumben en mis oídos aquello de "Ven y acércate a mi. Aquí estoy... siempre lo he estado, y siempre lo estaré..."

Bajaste lentamente desde tu coqueta hornacina. Tan lento que al posarte sobre el frío y vacío altar, ni siquiera se oyó el roce de tu peana. Mi mirada gacha, y mis manos en tu cintura. Y mis pies tan metidos en la arena, que sujetaban mi cuerpo tembloroso para que no cayera. Y debido a la bajada tensa y suave, mi alma se arrodilló inexorablemente ante Ti. Cuantas veces lo hizo mi cuerpo rodilla en tierra, mientras mi mano derecha tocaba las partes que marcan una cruz imaginaria en la que te vi desde niño, jugando con una pelota en el patio de un colegio. Y ya no había vuelta atrás. Mi alma encogida ante Tu Soberana presencia, se armó de valor. Porque Tu así lo quisiste. Levanté la vista y abrí los ojos. Y me encontré con tu playa... esa que antes comentaba que siempre está abarrotada y en la que ves pasar caras de sobra conocidas y otras no tan conocidas que también fueron tus hermanos. Y entonces el calor de tu Realeza y la calma que transmites con tu Divina Humildad, me conmovió. Como jamás antes lo hizo. Siempre me mantuve al margen, distante pero no lejano, con el "no soy digno de Ti" clavado en mi alma y escrito a fuego lento en mi espalda y en mi cerviz. Pero ya era tarde, Señor...

Te aparté el pelo de tus orejas para decirte muy bajito, lo mucho que te quiero. Y te pedí perdón, mil veces Señor, por los muchos pecados que cometí y los que seguro cometeré. Y como siempre, como cada noche al llegar la madrugada te imploré que rescates mi alma, Señor... y que me redimas cuando tengas a bien el hacerlo. Y seguiré pensando que no soy digno de ti, ni de pasear por esta playa que descubrí a tu vera el pasado sábado y por la que te doy las gracias desde este pequeño rincón, donde mi alma pasa la mayor parte del día pensando en Ti, y en quien te trajo al mundo.

Porque estar contigo entre el gentío de lunes santos, conectados solos Tu y yo, y veintisiete (impar) hermanos más a través de la unión-conexión de un palo y mi cerviz, es mágico y de valientes que escriben historias eternas a cada paso y en cada chicotá que nos araña nuestros más profundos sentimientos. Pero estar en la intimidad de tu cala recóndita mientras la sal se incrusta en cada poro de mi piel, eso ya no es de valientes, sino de osados... así que perdona mi osadía y mi atrevimiento, al querer vivir ese momento tan soñado como buscado. Y aunque sé que tu amplia sonrisa, la misma que tendrás en este preciso instante mientras ves como mis palabras se aturullan en mi mente, fue la que me mostraste al abrir los ojos estando rendido a tus plantas y sujetándote por las caderas... yo te seguiré dando las gracias. Se que si estuve ahí, y viví lo que viví, fue porque Tu y solo Tu así lo quisiste.

Se de muchos que querrán pasar y pasear por donde yo, y pisar por donde yo pisé este sábado.. es más, reconocí multitud de huellas en aquella playa, y eso me hizo muy, muy feliz... porque mi playa es para compartirla, porque es la tuya, y hay un cartel que en letras bien grandes dice que "Christi Passio, pasen y crean". Ojalá todos pasearan por sus orillas de vez en cuando y se mojaran los pies como yo lo hice aquella tarde. Y entre tantas huellas conocidas y desconocidas, vi unas que me llamaron poderosamente la atención, porque las conozco y aunque prácticamente parecían borradas, seguramente por y con sus propias manos, aun se distinguían con cierta claridad. Y vi que se dirigían hacia una toalla plantada cerca de la orilla, con una sombrilla abierta donde seguro bajo ella pasaba las horas alguien cuya piel herida y abierta por tantas batallas, no quisiese ponerse al sol, por tal de no cerrar y cicatrizar las mismas... y te entendí, Señor... si esas huellas, que creo saber de quien son, hacen que sangre tu mejilla, Tu no te preocupes por nada, que esa toalla estará pronto ocupada nuevamente, si es que ya no lo está. Y no creo siquiera que te la tenga que traer de la mano, ni a regañadientes, ni forzar lo que no hay que hacerlo, pues estas cuatro letrillas que hoy te dejo en mi blog, bien servirán para ello. Además, me consta que se viene a tu playa, como la que más. Y que llega... y como siempre vacía su alma, pero se llena de Tu espíritu antes de marcharse. Y que deja aquí su espíritu para llevar consigo su alma cargadita de te quieros que pinta en sus madrugadas y en sus noches en vela. Ya sabes que todos tenemos nuestros días, y esta persona no va a ser menos. Pero... léela con atención y escucha su alma... porque hay días y días...(pinchar en la frase)

Así que si el hecho de estar en otras playas, en las cuales mojarme los pies con el permiso de sus dueños, siempre tiene que llevar acarreada alguna misión, aquí me tenéis, que yo escucho alto y claro. Y que bonito fue pasear por tu calma quieta, Señor del Rescate... y que bonito está siendo descubrir día a día, aquel lazo que siempre nos mantuvo conectados a través de los tiempos... y que Grande que eres, Señor de mi alma, en las distancias cortas donde la pelea es eterna y constante y sabe a piel, carne y sangre... donde el dolor se calma y las heridas se sanan a la velocidad del vértigo que yo sentí al cogerte de las caderas para bajarte de las alturas... y que osadía la mía el apartar tu pelo para besarte la mejilla y decirte todo lo que te quiero, y por la que te pido perdón una vez más, a sabiendas de que Tu y solo Tu permites que viva estos momentos... oír tu voz y sentir tu aliento...

Sabes una cosa, Rescate??... que de Ti me gustan hasta las motitas de polvo que pudiese tener si acaso tu peana... pero pasear a solas contigo por tu playa, fue el mayor placer conocido, fuera y aparte de los terrenales y humanos, que se quedaron todos lejos, muy lejos... y que fue algo que contar para siempre, y para que todo el mundo lo sepa, que estar a tu vera mientras las olas salpican nuestras espaldas, son momentos indescriptibles e inenarrables, pero que bien valen el vivirlos... pero como Tu y yo hablamos... no lo contaré todo. Yo que no soy de prometer y que no me gusta jurar. Y es que ciertas cosas, se irán para siempre conmigo a la tumba... y es que hay de otras playas, en las que mojarse con gusto los pies... las otras playas... (pinchar en playas)

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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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