Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

martes, 3 de mayo de 2011

La noche más bonita de mi vida costalera... Segunda Parte...


Atrás dejábamos nuestra casa, y mirando al cielo mi hijo, me hacía la persona más feliz del mundo. Y eso que yo aun no sabía lo que estaba por llegar y por pasar. Cogimos el coche, nada de carnaval en el cd del auto. Semana Santa, la radio en directo dando la salida de la hermandad zaidinera de la Luz y el Trabajo, a la cual no podemos ya ver. Recordé como años atrás lo dejaba en las inmediaciones de una repleta Avenida de Dilar, para  que a él, le diese tiempo a ver salir la hermandad del lunes y del barrio, o la hermandad de barrio más de barrio que otra cualquiera, y que hace estación de penitencia en esta jornada. Pero no, esta vez no... me dirigía con el sentado a mi derecha, a buscar esas calles que siempre me conducen a Él. Jesús del Rescate que vive y mora en la Magdalena bendita, relicario de mis pesares, los cuales se quedarán para mi y anclados en lo más profundo de mi corazón... y de muchas de mis fortunas... todas las que son y ha sido las cosas que me han llevado a El y a través de el, a vivir momentos como los que hoy os traigo en esta segunda entrega...


La tarde se volvía cada vez más inestable. Llegamos y buscamos aparcamiento. Difícil tarea, en un barrio que está remodelando sus calles y sus aceras. Tras un par de vueltas, encuentro un hueco, aparco y nos bajamos del coche. Entonces, antes de coger del asiento trasero "los trastos" me paro un segundo y lo miro. Parado en aquella calle, y en medio del barrio las calles se hacían chicas y pequeñas a su lado. Un hombre, y bueno como el que más. Atrás se quedaba el niño que hasta hoy he conducido de la mano, y que me ha hecho ser el que soy. Vestido con su polo rojo rescate, su pantalón negro y su ropa y aperos para ir a trabajar en la mano. Su medalla colgada al cuello y su sudadera rescatada lista para servirle de abrigo para el relente de las noches, que por aquellas calles, no se, pero tiene un frío especial, y se perfectamente de lo que hablo, pues lo he sentido en mis carnes y en mi piel. Su cara, de dudas y barbilampiña, de ese joven que ya no lo es tanto, dejaba entrever su nerviosismo. Llega la hora en que los hombres se hacen mejores si cabe, porque lo dan todo por y para El. Andando que es gerundio, hijo mío, siempre andando... Llegamos a "las rejas" y nos tomamos una cocacola, en la compaña de buenos hermanos y mejores costaleros, justo antes de marcharnos para la Casa de Hermandad...


A la llegada a la misma, toda la tropa del Señor, ataviados con nuestras enseñas, nuestros escudos y nuestras almas rescatadas ya anteriormente, esperábamos con la misma ilusión que otros años, la entrega de trabajos y la charla previa a la estación de penitencia. Todos, iban llegando por las distintas calles que nos dejan tardes plagadas de sentidos y de emociones encontradas. Nuestros pecados y El. Su perdón y nosotros dispuestos a resarcir nuestros errores bajo su paso. La vida en si misma, que se daba la mano en aquella Calle San Miguel baja. La vida, esa que no quiero dejar de vivir a su vera, y que nada ni nadie me podrá arrebatar. A la vera de mi hijo, y a la vera de su Padre. Jesús maniatado y humillado, que nos pone la mejilla una y otra vez, Mil veces mil....


Nos hacemos la ropa, y yo se la hago a mi hijo, y le tiro del costal, como siempre he tirado a mi hermano Jesús Calvo, y a otros que confían sus ropas a estas manos que os escriben ahora. Unos cuantos, con los que se disfruta el momento de preparación para acoger a nuestro Señor sobre nuestra cerviz... la ropa de mi hijo con amor, con mucho amor... con todo el amor con que se la puede hacer y tirar un padre. Ese costal burdeos suave y trabajado, con el paso de los años y el peso de los pasos, que le cae perfecto, y se asienta en sus sienes y en sus hechuras costaleras, porque el niño las tiene, y eso es algo, que o se tiene o no. Y buena culpa digo yo que tendrá su madre, la misma que lo vio partir emocionada hace escasamente una hora. Y no hay más. Mientras le arreglo la visera, le quito las arrugas y se lo dejo en las mismas cejas, ese costal me trae recuerdos de años en el Darro, todos cargados de Ilusión, y ahora de sentencias que yo mismo tuve que ponerme a mi, y no a los demás... a los demás que se las ponga el de arriba, que ya tendrán bastante con las que ellos mismos se impongan a si mismos con el paso de sus acciones, en las cuales yo jamás tendré que ver nada. Rescate, perdóname a mi por lo mío, y ya saben. Que cada palo, aguante su vela... que yo partiré las mías si es que se tercia la ocasión...


Con el reparto de trabajos efectuados, las ropas tiradas y puestas, y algunas lindezas de las que no quiero hablar, pues no merecen la pena ni siquiera el nombrarlas, nos dirigimos a la Iglesia Conventual de la Parroquial de la Magdalena. Incienso y hermanos en filas. Jesús preso y maltratado, se nos muestra en su Soberana Humildad sobre su paso y en su cara el moratón que a diario le hemos infringido todos y cada uno de nosotros, y el que esté libre de pecado tire la primera piedra. Acabo de mirar como siempre mis trabajos, justo cuando llego a la Iglesia y lo miro, mientras le pregunto ¿¿que me tienes preparado para este año, Señor???... Vaya. No hago salida, así que disfrutaré como mis hermanos ponen en la calle "al mejor de los nacíos". Le pregunto a mi hijo por sus trabajos y ambos coincidimos que son muy buenos para ser el primer año. Y que casualidad que ambos entremos en la misma chicotá. Final de Puentezuelas, al llegar a la Escuela de Traductores. 


Nos preparamos para la salida y con mi hijo vivo uno de los momentos que ya se sumaron al devenir de la noche. Nos avisan a los hermanos a través de la megafonía de la Magdalena. Se retrasa la salida, y es que en las afueras, está lloviendo, y aunque nuestro corazón y las fuentes consultadas albergan la posibilidad de que es tan solo una nube pasajera, las calles y aledaños a la parroquia se empiezan a llenar de coloridos paraguas abiertos. Nadie abandona su plaza, ni el sitio que llevan rato guardando, pero las primeras gotas de agua hacen dudar al Cabildo de Oficiales, que con acertadísimo criterio y haciendo caso a las recomendaciones que les daban los servicios metereológicos contactados, les informaban con precisión y bastante claridad, que se trataba tan solo de una nube pasajera, que descargaría poca agua, y se habría pasado poco antes de las ocho de la tarde... a rezar hermanos, porque no es por que pare de llover, es mas bien, porque no se equivoquen en su decisión de ponerse en la calle, como otras lo hicieron esta Semana Santa pasada...


Así que los hermanos en sus filas, y los hermanos costaleros, al salón de actos contiguo a la parroquia. Las palabras del equipo de Capataces nos sacan de las primeras dudas y del nerviosismo reinante. Se retrasa la salida hasta las ocho, y a las ocho menos cuarto se volverá a reunir el Cabildo. Da también la casualidad de que nuestro Capataz, Don Luis Carlos Oriol, es también Vice-Cofrade Mayor de la hermandad, durante este mandato que termina ya mismo. Así que viendo que la cosa iba para rato, y a ver quien aguanta a cerca de 80 costaleros, la mayoría con ganas de fumar, cerca de dos horas dentro de un salón de reducidas dimensiones. Así que para liberar tensiones, nos fuimos todos en orden y guardando la más absoluta de las composturas, buscando de nuevo la casa de hermandad...


Y al salir a la calle, me topé, con la madre de mis hijos, con la muchacha que conocí al amparo del Señor y vecino de mi Barrio. La Redención. La mujer con la que llevo compartiendo, mejor o peor, (y seguramente tenga yo que ver mucho en eso de lo peor), veintiún años este mismo día tres e impar en que se publica esta entrada, y que esperaba noticias sobre la salida. Y también, como no, esperaba ver a su niño. El que se publique esta segunda entrega, en este día es mas un regalo hacia la mujer que siempre ha permanecido a mi lado, con lo bueno y sobre todo con lo malo. Porque en lo bueno siempre se está, que por estar, hasta se queda a comer tu peor enemigo. Pero para estar en lo malo hay que servir y querer. De estas quedan pocas, y yo tengo una en casa. Pellizco de la tarde, que la que le dio vida a una de las personas que más quiero en esta mundo, espere paciente bajo el aguacero la salida del Señor, porque sabe que su hijo va a salir debajo de El Señor, que si no es el de Granada, para mi es el de mi Mundo propio y creado a partir de la querencia y el amor que le profeso hacia su advocación, que es la misma con la que crecí, Rescate y Redención, la doble R que me da la vida y que me ayuda en los malos momentos. 


Después de un refrigerio en "Casa Rescate", de un cigarrito y de un ratito más de charla, ya si llegó la hora de la verdad, y volvimos a la Magdalena para ver como se abrían las puertas de la Parroquia y el cortejo avanzaba su camino escarlata, para pregonar a los cuatro vientos, que lo que está por venir, es lo mejor que nos puede pasar a todos... que nos Rescaten... y de Verdad, sin falacias, ni mentiras, ni historias que no tienen más fin que el hacer daño a todo cuanto a uno le rodea... simplemente se paseaba la Verdad, la Única, Y el impar que se iba a conformar bajo un paso, era el mismo que desde siempre me acompaña. Un trío Santísimo e impar. Padre, Hijo y Espíritu Santo. O lo que era lo mismo... "padre e hijo y el Soberano en tó lo alto"...


Suena el martillo, cuatro veces, las cosas pares de mi Capataz, y la igualá de salida toma por sorpresa la oscuridad que los resguarda tras esos benditos faldones aterciopelados. Mi hijo y yo nos abrazamos, ya se va el Señor a la calle. Nos juntamos en el cancel, para ayudar en la salida, y poder contemplar desde el lugar que separa al dintel de la puerta interior y de madera, al de obra que se regodea con la fachada crema de la Catedral del barrio de Gracia. Que buen sitio Señor, para ver como te pones en Granada, al son del Himno Nacional para enganchar con La Saeta, como todos los años. Y que bonita suena una Agrupación Musical tras tus pasos, esos que siempre das con el izquierdo adelantado... como debe de ser...


Pero claro, después de los cambios en el itinerario, por el retraso ocasionado por la lluvia, hemos tenido que replantear los trabajos. Mi hijo se queda sin uno de los que tenía, y yo me quedo con dos menos. Y qué??... si lo importante y lo que siempre me ha bastado, es que cada vez que yo me meto bajo la oscuridad del faldón, Él siempre va encima, en to lo alto de mi cerviz caliente. Y así será cuando penetre mi hijo en esa oscuridad, que tiene mucho de bueno y de inmortal, pero que también con el paso de los años, nos da dentelladas dantescas provenientes de los abismos más profundos de los seres humanos. Todo hay que decirlo. Así que tras efectuar el Señor su salida a las calles de su barrio, nos disponemos a llegar por el medio más rápido, al primer relevo, y que casualidad que ambos dos, entremos en ese mismo punto que ya no olvidaré jamás. Encrucijada de calles de su barrio donde confluyen calle Cruz y Puentezuelas. Y allí que nos plantamos en breves segundos, esperando la venida del Señor...


Llega, al compás de los sones de una agrupación jienense que viene tocándole al Señor con una exquisita elegancia y una afinación impecable. La Salud e Alcalála Real, y que desde su salida vienen siempre arriba, como viene el paso del Señor acompasando el compás sobre los costales rescatados de mis hermanos. Se acerca, y una voz lo manda parar... ¡¡¡Ahí queó... Señores, relevo!!!... ya estamos aquí Señor, y mira con quien vengo esta vez. Con mi hijo mayor, que sigue mis andanzas costaleras y al cual ayudaré en todo lo que esté en mi mano, para que sus trabajos bajo el paso, los realice siempre de la mejor de las maneras. Con la fuerza de la fe y de su espalda morena. Y con las hechuras de quien lo puso en este mundo, y lo ha visto crecer para esto. Para ser Costalero del Señor y de su Santa Madre María Santísima, Siempre Inmaculada. Nos fundimos en un sincero y entrañable abrazo, el cual aun siento muy dentro de mi. Le doy mi bendición y una sola frase... "Hijo...siempre arriba y fuerte con el, como siempre hicieron los hombres buenos..."


Nos adentramos bajo la bendita oscuridad, donde mis hermanos ya llevan algunas chicotás trabajando, y me deslizo hasta mi trabajadera, la cuarta. No importa, se que es par y yo soy este año en mi primer trabajo el costero derecho de la cuarta trabajadera, osea, el quinto del palo... y cinco y cuatro siempre sumaron nueve para seguir siendo por siempre impar. Y de pronto la sorpresa. Una voz familiar que me llama por el costero. Es Luis Carlos Oriol, mi Capataz en tardes de Lunes Santos, que me llama... y se levanta el faldón... "Abuín... Abuín..." - "dime Luis, aquí estamos..." - "Como está esa cuarta??" - "Armá y lista para ronear con el Señor" (la misma contestación de siempre)... y entonces el pellizco se hizo eterno, tanto que aun me dura, y hace que mis lágrimas, que últimamente ha estado siendo vertidas a diario y hasta hoy mismo, por temas que no incumben a este blog ni a su contenido, se disparen y estallen hasta salpicar las teclas de este netbook al que le doy una tralla que no se merece...


Y quien llevas detrás???... me dice el bueno de mi Capataz, que además es todo un caballero vestido de negro con una elegancia y un saber estar, que ya quisieran muchos para sí. Y que hace la mejor dupla del mundo junto a su compadre Manuel Lasala... Uff,... Dios mío bendito, cuanto te tengo que agradecer en días como estos, y como te lo agradecí ya en su día, ese lunes que me dio la noche más bonita de mi vida costalera. Mi hijo, no solo se estrenaba a costal, debajo del mismo faldón que su padre, sino que lo hacía en el mismo costero de la quinta trabajadera. Costero derecho, justo detrás de su padre. Me volví, sabía de sus trabajos pero no de su posición en el palo, aunque fueron muchos ensayos que hizo en ese mismo sitio de la cuadrilla. El detalle, para enmarcar. Que Luis Carlos y el equipo de Capataces, se acuerden de que en ese relevo coincidimos, y que vamos uno junto al otro, aunque en distintos palos, es ya de agradecer eternamente. Pero que llegado el relevo el Capataz se acerque al respiradero, me busque, y me diga que mire quien llevo detrás, fue lo mejor que me podía haber pasado esa noche...


O eso creía yo, porque la noche del Lunes santo, no había hecho más que comenzar... y el ocaso llegaba, como siempre ha llegado a mi vida. Blandiendo la bandera negra de la noche y el marchamo de la triste oscuridad, donde las lunas no existen, ni nunca existieron para mi. Y las estrellas están bajo palio, o a pie de acera en los luceros de la madre del hijo que me acompañaba esa noche bajo el Señor del Rescate... lo que pasa es que yo siempre esa oscuridad, me la he comido con papas y con dos huevos... y he bebido siempre los vientos por esos dos luceros, a los que seguramente haya hecho llorar en más de una ocasión al mirar para otro lado, por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.... y pobre de aquel, que piense por un instante lo contrario... pobre de aquel... o de aquella... porqué no disfrutará jamás de la verdad...

Pd: aun queda una tercera parte, que próximamente subiré al blog... muy pronto... ya que lo mejor estaba por llegar...

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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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