Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

jueves, 25 de marzo de 2010

Al amparo de tus sombras...

Al amparo de tus sombras... desde hace ya tantos años que las costumbres se pierden, las buenas, y las malas se acentúan, "mala puñalá me den...", o quizás debería de decir que tantas y tan malas puñalas me dieron ya, que lo único que me salvó de no caer en el desanimo y en la locura de algunos cofrades que se marcharon, fueron tus sombras... aquellas que se levantan y te dejan absorto, esperando, quieto, inmóvil, pequeño e insignificante... sombras, son solo tus sombras en las que siempre me amparé...

Eres Tú. Es tu sombra... ni siquiera la mía mientras te observo muerto y escarnecido, colgando al vació que nos dejó tu muerte y suspendido por tres malditos clavos, numero impar y mágico, siempre tres, como tu eres uno y único, y en realidad tu sombra es la de tres en uno, o uno que son tres... Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo... La Santísima sombra de la Trinidad... la que atesora tu madero de leño y nuestras culpas... las sombras de nuestras vidas y de las que están por venir... siempre al amparo de "las sombras"... las tuyas, Señor...

Al amparo de tus sombras, la semana que viene y como cada jueves santo, me resguardaré una vez más al amparo de las tardes de sol y al amparo del calor que derrite la cera y que acelera las pulsaciones, haciendo que el sudor brote con una fuerza inusitada... tengo sed, pero este año no es el agua del botjio quien me la sacia, ni me la saciará. Eres Tu y tu sombra quien sacia mi sed cada día, cada mañana que abro los ojos con un nuevo despertar, cada vez que pongo los pies en el suelo, cada vez que dejo mi cuerpo donde lo encuentre a la mañana siguiente...

Hoy, jueves, a pocas horas de que un nuevo Viernes de Dolores nos ponga en el mundo de los "mundos", en la puerta de entrada al misterio de los misterios, en la penumbra de los faldones al caer la tarde y en la más absoluta y bendita de las oscuridades al caer las noches, yo esta tarde, aun peleando el sol con el horizonte, me acordé solamente de Tu sombra... inmensa, poderosa, misteriosa, sobrecogedora... aquella sombra que nos sumergía en tardes de cofradía, de eternos nervios bajo tus pasos, de lentas horas de sudor y lágrimas encastadas bajo los toldos, y que nos llevaba lentamente buscando los caminos de las noches del perdón, de amor infinito y magistral salvación eterna.

Tardes y noches donde Tu sombra se reflejaba en el asfalto aun caliente por el sol de los primeros días de una primavera nueva, en cada fachada de mi barrio, algunas de ellas encaladas a la antigua usanza, en cada portal de vecinos, en los ladrillos de las nuevas construcciones de un barrio obrero y joven, en cada ventana de un barrio llamado de manera arabesca por estar entre dos ríos, y que empezaba a oler a clavel rojo como tu sangre derramada y a cera quemada... y empezaba a oler cada primavera a zapatillas de esparto gastadas por el roce suave con el suelo fertil y virgen por donde aun no pisaron las parihuelas, esas que nos quitaban la vida y el sentío, pero que vivía en la otra orilla, en la Granada Cofrade, esa misma a la que le costó asumir que desde la lejanía les llegaban sombras que era parecidas a las suyas. Sombras... Tus sombras...

Que sobrecogedora era tu impresionante sombra, Señor... seguramente aquellos focos amarillentos, alimentados con una pequeña batería que se escondía con nosotros bajo la oscuridad del faldón, algo tuviesen que ver. Ahora ya no la veo. Llevo años si ver Tu sombra, Señor. Ahora navegas perdido entre tanto arbotante de lucecitas que acompañan y velan tu sagrada muerte. Me gustaban tus hachones, y me gustaban las hechuras de tu calvario de clavel rojo. Gran calvario donde tus pies tocaban practicamente el suelo, pero que ya no te hacían cosquillas con la suavidad de los petalos en las plantas sagradas y bentidas de tus pies. Esas mismas plantas que descalzas recorrieron los caminos de la vida, dejándonos "tus sombras" a cada paso... en cada magistral cátedra dad a los hombres de bien, aquellos que se paraban a escuchar al Rabí, Al Nazareno, Al Galileo... a aquel grandullón que murió por nosotros en un madero, para dejarnos sus sombras reflejadas al llegar su buena muerte...

Donde se quedo tu sombra, Señor??... ¿¿porqué hace tanto que ya no la veo??... este año te buscaré. Tendré mas tiempo para fijarme en los detalles, en las fachadas de mis vecinos cuando vuelvas bien entrada la madrugá del viernes santo. Buscaré tu sombra en los portales y en las ventanas de un barrio que parece que a veces olvida que el Señor está en la calle. Quedaré prendido como siempre al verte venir desde lejos, como a mi siempre me ha gustado verte... de lejos y abrazando a todos cuantos se persignan ante tu paso, pero no te veré andar como siempre me hubiese gustado verte y que algún día espero poder contemplar, viéndote venir de frente, poderoso, con arte y compás, bien fijaos los costeros del que muerto va por amor...

Tu sombra, seguro que este año no se si la veré, aunque pondré empeño, lo prometo... pero tranquilo Señor, que si me concedes el privilegio y este año la veo, no se lo diré a nadie... me la quedaré para mi, guardada en la retina de los años, en los arcones de los deseos, y en las miserias de este que te escribe... te llevaré claveles rojos, Señor... y esperare tu vuelta, para intentar ver un año más Tu sombra... aquella que vi por primera vez en 1986 y de la que jamás me han podido sacar de mis recuerdos, de mi memoria, ni de mis mas profundos pensamientos... tu sombra me acompaña en mi día a día... pero "Tu Sombra", la que me mostraste cuando yo apenas tenía trece años, esa ya no volverá... como ya no volverá mi abuela...

Santísimo Cristo de la Redención... gracias por todo... nos vemos en una semana... cuando pises las calles de tu barrio, el de las sombras en las paredes y los edificios nuevos, el de las avenidas feas, pero feas de cojones, y el de los portales de vecinos que ya ni siquiera se conocen... el barrio donde crecí, siempre al amparo de TU SOMBRA.. La Sombra del Redentor...

Pd: te espero en el azulejo de la madre que te dio cobijo y amparo, bajo la oscuridad de su bendito vientre virginal e inmaculado... allí estaré... esperando tu sombra al caer la tarde, y la suave brisa de un jueves santo me volverá a acariciar la cara... Bendita Redención... y bendito el castigo Señor... que así sea...

A menos de una semana... Salus Infirmorum...

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A menos de una semana... Rey de Reyes, Redentor Salesiano...

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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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