Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

jueves, 28 de octubre de 2010

Un suspiro... uno solo...

Un suspiro... uno solo. Ese que te quiebra el alma en un instante. Uno solo, un suspiro hondo y seco. Sentido, profundo y palpable. Un suspiro irremediable, que paraliza el tiempo y nos hiela la sangre. Un suspiro, uno solo. Que de tu boca se escapa, nuestra retina lo capta y nuestro corazón lo siente. Ese momento que aprovechas para aliviar tu pena. Pena, que inexorable se abate sobre ti, y que nada ni nadie es capaz de remediar... bueno, casi nadie...

Un suspiro... uno solo. Y se alivian con el los pesados pecados que nos acompañan a cada paso y que caen todos juntos sobre nuestra cerviz. Uno solo, un suspiro hondo y seco. Sentido, profundo y palpable. Que se hace eco bajo el faldón de nuestras penurias, y en la oscuridad que cada uno lleva como buenamente puede. Que de nuestra boca se escapa, el compañero lo capta y la cuadrilla lo siente. Ese momento que aprovechamos cada uno de nosotros para intentar aliviar tu pena. Pena, que inexorablemente se abate sobre nosotros, al abandonar esa bendita oscuridad y ver entre la flama de la candelería, tus preciosos ojos enrojecidos por tanto llanto y tanto desconsuelo. Y que intentamos remediar en cada chicotá... bueno, no todos...

Dios te Salve, Salud...
en cada uno de tus suspiros...
y en cada uno de los que yo di bajo tu paso...

martes, 26 de octubre de 2010

La fe

La fe... ¿Que es la fe?... pregunta que nos hacemos muchos a menudo. ¿Quien no se la hizo al menos una vez?... ¿quien a día de hoy, no ha sentido el estar totalmente perdido y alejado de ella?... Para unos, algo capaz de mover montañas, o al menos, de verlas aun más de cerca. Para otros la certeza de que todo está regulado y escrito, mas allá de la ausencia de cualquier evidencia que así nos lo demuestre. Algunos, piensan que es un cúmulo de sensaciones, pensamientos y vivencias que marcan una trayectoria con el paso de nuestros días. Un principio y un final. Una armonía constante de elitistas fluctuaciones mentales en un mercado totalmente cambiante, en el que los latidos del corazón designan nuestros propios destinos. Para otros, la fe es el credo en el que se mueven, y pasean sus sombras al amparo de la espera paciente y sencilla. Esperar con fe, creencia y templanza. Muchos, creen que la fe es aquello en lo que deben de creer, sin siquiera profundizar más. Es lo que hay y así debe de ser. Pero... ¿que es en concreto, la fe?...

La fe, según la costumbre, viene de la palabra latina fides, que significa "creer". Aceptar completamente la palabra del otro, si reparos y a conciencia. Y se convierte en fe religiosa o divina, cuando con ese aceptar una creencia, se refiere a Dios. Y la fe humana cuando se trata de creer en nuestros prójimos y semejantes. Yo soy mucho de creer en nuestra humanidad, en mis semejantes y próximos. Tengo fe en las personas, y por eso me pasa muchas veces lo que pasa, y bienvenido sea lo que tenga que venir. Y tengo mi fe tan profundamente arraigada que les costará arrancármela, sean los que sean, y vengan de donde vengan. Pero... ¿que es la fe?... y lo que es más importante. ¿Donde se encuentra?...

La fe en Jesucristo, en Cristo, en su Santísima Madre, en Dios Padre, en todo aquello en lo que nos vemos envueltos bajo los aromas del incienso y el calor de la cera que arde, es simplemente la aceptación de su propio testimonio. Pero no solo es aceptar con diligencia aquello que nos quieran contar, y que se ha venido transmitiendo con el paso de los siglos. ¿Cuanto ha podido cambiar la historia? Mucho, quizás... pero nuestra fe, la del cofrade, la del cristiano de a pie, la del creyente sin más conocimientos que la vida y sus penurias, no solo se basa en libros, panfletos, legajos, manuscritos, biblias más o menos acertadas y más o menos retocadas. No. La fe es mucho más. La fe se hace presente, cuando un pellizco hondo y profundo se hace sentir en lo más recóndito de nuestro corazón. Y lo que es peor, se queda.

La fe, se palpa con los ojos del alma, cuando algo que no sabemos a ciencia cierta que es ni de donde proviene, nos da un latigazo en el pecho, y hace que nuestras células se revolucionen. La fe no se busca, se encuentra. No te la meten como la letra, que dicen que con sangre entra, sino que se cuela en nuestras vidas, de buenas a primeras, y aunque parece muchas veces irse, evaporarse, perderse, esconderse, ausentarse incluso dejar prácticamente de sentirla, cuando menos te la esperas ahí está... porque una vez que penetra en nuestros corazones y se hace un hueco por pequeño que sea en nuestras mentes, las cuales sigo pensando que no están echas para eso, es difícil que se vaya por completo...

Se puede llegar a tener la sensación de que se fue. Simplemente, una mala pasada, y parece que todo se fuese al traste. La muerte de un familiar muy querido, o la de un amigo del alma. La puñalada que te dio de forma trapera un humano en el que tenías puesta cierta fe, o incluso toda. La perdida de un trabajo, o el no encontrarlo y que ves como pasan los días y nada arregla tu situación económica la cual influye directamente en tus relaciones familiares y personales. La total falta de valores de una sociedad que no sabe a que juega, ni con qué. Todas estas cosas y muchas más, que hacen que los cimientos en los que te asientas en pos de tu fe, se te derrumben y tiemblen. Tan fuerte, que creas que ya está aquí el fin. Y no es así. De buenas a primeras, te das una vuelta, observas y ves como todo cambia...

Algo que te llama la atención y que bueno, en este caso lo encuentras en una iglesia. La de la Magdalena. No hablo de Jesús del Rescate, aunque bien lo pueda ser. Mientras te das una vuelta por las capillas plagadas de santos y de estampitas, algo te retumba en las sienes, y te deja paralizado. Para la Iglesia como institución, la fe es una de los tres virtudes teologales, colocada en el primer lugar. La propia revelación de Dios. Creer sin ver, sentir sin palpar, mirar y no tocar, querer sin oler, y gustar sin comer. Una sola mirada, una sola, y se te vienen tantas cosas a la cabeza que lo único que puedes hacer es primero sorprenderte, y después esbozar una sonrisa plena, de oreja a oreja mientras le echas un guiño con el alma y murmuras "ahí estás... que bien que te he encontrado hoy, no??... y cuanta gente ha sentido lo mismo que yo??"... Gracias...

No te ves solo, un bicho raro. "Seré yo, Señor... seré solo yo"... y te das cuenta de que no. De que son miles de almas más, las que creen sin ver, y ponen toda su vida y todas sus aspiraciones, deseos, plegarias, solicitudes, angustias, quejas, peticiones, favores, en definitiva todo aquello que saben que está fuera del alcance humano y seguro que más cerca del divino. Se encomiendan a ti Señor. No se tu nombre, ni siquiera tu advocación, ni el porqué de tu capilla. Pero se perfectamente quien eres, y creo en Ti, Señor... porque siempre ha sido así, aun en momentos de los que no me quiero acordar... gracias por dejarme ver y sentir, que mi fe es compartida, universal, mágica, y tremendamente acojonante (si, es la palabra, acojonante)... porque apabulla, porque te supera en todos los sentidos y te hace temblar... te nubla los sentidos y te da la oportunidad de esbozar sonrisas ancestrales, que solo están al alcance de unos pocos. Aquellos que reímos con el alma, e intentamos que los demás se rían también con ella a través del corazón.

Esto es la fe... la que no se describe pues no tiene descripción. La que no viene en libro ninguno. La que no te enseñan, pues esto no tiene asignaturas ni revalidas al final de un curso cofrade. La fe del pueblo que se acerca a Ti, Señor, con las manos siempre vacías. Con los ojos abiertos y las pupilas dilatadas ante tu presencia, y que si se cierran seguramente sean para dejar escapar lagrimas. Aquellas que se forman con el agua de los océanos que inundan los mares. Aquellas que se forman con un pellizco sin sentido, pero que te aprisiona el alma y la hace tu esclava. Aquellas lagrimas que si las analizamos en un microscopio, llevan vestigios de sangre, porque brotan del corazón y son saladas como la mar que nos vio nacer y al que un día regresaremos. Porque la Tierra... la tierra es aquello que gira incansable durante 24 horas, que nos esconde soles y nos muestra lunas que no existen, mientras muchos que la habitan nos la quieren hacer perder... la fe... aquello que te encuentras de golpe y porrazo al "revolver una esquina", para el lamento del que no crea en Ti, Señor, pero que aun así, no deja de ponerte en su boca... la fe... la que yo creo poseer, porque se me sigue estremeciendo el alma con la brisa de las tardes y con un bello amanecer rosado de estas mañanas de otoño, con el frío que palpa mi cara y se me queda inerte en la nariz al pasear por el centro de mi ciudad, y la que guardo en los bolsillos descosidos por los que pierdo todo lo que poseo, menos una cosa... mi fe...

Gustad y ved, porque no hay más...

GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR,

DICHOSO EL QUE SE ACOGE A ÉL. (bis)

1.- La Palabra del Señor es sincera

y todas sus acciones son leales,

Él ama la justicia y el derecho

y de su amor está llena la tierra.


GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR,

DICHOSO EL QUE SE ACOGE A ÉL. (bis)

2.- El Señor es fiel a sus palabras,

bondadoso en todas sus acciones,

cerca está de aquellos que lo invocan

y lo buscan de todo corazón.


GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR,

DICHOSO EL QUE SE ACOGE A ÉL. (bis)

lunes, 25 de octubre de 2010

Y ahora,... ¿¿que le digo??...

Y ahora... ¿¿que le digo??... esta pregunta, que puede no significar nada, y que puede ser todo un conjunto de sensaciones, pensamientos y pellizcos en el alma, fue la que se me vino a la mente el pasado viernes, mientras el equipo de Priostía del Rescate, se afanaba en terminar de montar el altar que para el Solemne Besapie, tuvo lugar este pasado sábado en la Iglesia de la Magdalena. Aprovecho esta entrada para dar la enhorabuena a todos ellos, por su labor, y agradecer a su Prioste, Ismael Valbuena, que me facilitaran la entrada a la iglesia y poder compartir con ellos estos momentos tan gratificantes, al menos para mi. Fue una tarde-noche que disfruté muchísimo. Por un lado, la buena compaña de hermanos a los que quieres. Por otro, el permitirme estar a solas con El, un día más... mientras los demás se esmeraban en el montaje del altar..

En un momento dado de esa tarde-noche del viernes, me quedé solo ante El. Solos, los dos cara a cara. Cerca, muy cerca. Tan cerca que El tuvo que escuchar mi corazón a velocidades vertiginosas, como yo escuché su serena respiración. Tan cerca de su divina presencia, que te nubla la mente, y te quedas tan absorto y fuera de cualquier otro lugar, que tus oídos no escuchan más allá de los escasos centímetros que te separan de El. Solo se repite en tu cabeza una y otra vez la misma frase, hasta que se te queda grabada en uno de los más recónditos lugares de tu pensamiento... palabras guardadas con tres vueltas de llave... en un cofre que contiene tres cosas... un corazón llameante, un "Christi Passio" con en el que me siento totalmente identificado y tres palabras repetidas tres veces, y que son referencia en mi vida y en mi día a día... "ÁHYH ASHR ÁHYH" (Soy el que Soy)... "ÁHYH ASHR ÁHYH" (Soy el que Soy)... "ÁHYH ASHR ÁHYH" (Soy el que Soy)...

Mientras el prioste y su equipo trabajaban en su altar, El Señor estuvo en la capilla contigua a la que preside. Con la Magdalena penitente justo detrás, solo y majestuoso, plantado en el suelo, tan cercano y la vez tan sublime, que te daba hasta reparo acercarte a El... así que me senté en el escalón que da acceso a esa capilla, y apoyé mi espalda contra una de sus columnas laterales. Desde esa posición me quedé mirándolo. Absorto, perdido en su infinita bondad y su inmensa belleza, sin darle sentido a tantos porqués, buscando una pregunta que hacerle o intentando sacarle una respuesta que darme... y después de un buen rato, me incorporé y me planté delante, nuevamente. Firme, o intentando que lo pareciese... y no pude...

Recuerdo que me senté en un banco de la Iglesia, pues mis piernas me empezaron a fallar. No lo se, pero hay veces que así lo noto. El Rescate me da una paz tan inmensa, que solo encuentro en pocos sitios. Muy pocos. Pero también me transmite una sensación de respeto tan grande que hace que mis fuerzas flaqueen, más cuando me planto ante El. Y más cuando no sabes ya que decirle, si parece que muchas veces se lo hayas dicho todo. Todo se lo has pedido, todo se lo has contado, por todo le has solicitado ayuda, amparo, comprensión... le has dado las gracias por todo lo que te pasa en esta vida, por todo lo bueno e incluso hasta lo malo... te has enfadado, y te has sentido ridículo al ver y comprobar, que las cosas no siempre tienen un porqué, y que si lo tienen, El está rondado siempre por ahí....

Estando sentado en ese banco mientras mi cabeza no reaccionaba y mis pensamientos se nublaban una y otra vez, se acercó un hermano:

- Está impresionante. A esta altura, que le puedas hablar tan cerquita y admirar toda su grandeza. Que bonito es, Abuín... eh??... y le contesté...

-"Sí... pero muchas veces me deja tan parado, que lo único que me atrevo a murmurar es... y ahora,... que le digo??... cuando no eres capaz de articular palabra, ¿¿que le dices??... si llevo aquí sentado un rato, y no me sale apenas el aire de los pulmones... y ahora, hermano... ¿¿que le digo??... si El ya lo sabe todo sin que tenga que abrir la boca. Lo que vaya a decirle, o lo que pueda sentir o pensar... ¿¿que le dices al que todo lo sabe, todo lo abarca, y sobre todas las cosas Reina??... a mi me pasa muchas veces, hermano... que me quedo sin palabras. Yo, que no paro de hablar, o eso dicen... y tan solo se me viene una pregunta constantemente a la cabeza cuando lo tengo así, solo y ante El... y ahora, ¿¿que le digo??"...

Este hermano de la cofradía, este chaval al que aprecio mucho, y del que se que ya lo quiere tanto o más que yo, se me quedo mirando, pensativo, algo sorprendido, y puso una cara que a mi me vino a decir más o menos..."que carajo está este diciendo... con lo cerquita que lo tenemos ahora mismo y no se le ocurre nada que decirle, mira que tío más raro es el Abuín"... jajaja... y sí, hermano. Soy un poco raro, o un mucho, que le vamos a hacer. Pero lo que te dije, es una verdad tan grande como el templo de la Magdalena.

Y mira por donde ayer por la tarde, ya domingo, al revisar el correo ví que ese mismo hermano, se había etiquetado en una foto que el sábado pasado subí a mi perfil de facebook. Y me decía exactamente esto: "abuinnnnnnnnnnn!!!!!! con tu permiso me etiqueto, vale????... un abrazo tiooo... y que le digo?????"""" tienes toda la razón tío...."

Me ha dado muchísima alegría ver y leer esta frase, pues creo que lo has comprendido perfectamente. Y es que muchas veces, tantísimas que ni siquiera ya las recuerdo, estar delante de El me ha dejado literalmente sin palabras. Ningunas... nada que decirle, nada que pedirle, nada que discutirle, nada que reprocharle (que osadía aquel que lo haga), nada sobre lo que charlar con El, nada por lo que arrepentirte, nada por lo que entablar conversación... nada... solo sentir su pausada respiración, su latir acompasado, su calor y su abrazo eterno, su comprensión infinita, su amor universal, exagerado y gratuito, su tranquilidad pasmosa ante una muerte anunciada, su humildad poderosa, esa misma que te hiela la sangre y te deja literalmente sin palabras... sin ningunas... pero que bien te sientes así, despojado de todo pensamiento,... porque los silencios ante El, son mucho más perseguidos que los alaridos de cuantos nos ladran a diario... y es que yo me seguiré quedado si ellas cuando me plante ante Ti, Mi Señor... y siempre, siempre que te tenga tan cerca, tan solo acertaré a hacerte la misma pregunta...

Señor... y ahora... ¿¿que te digo??...

jueves, 21 de octubre de 2010

Y de qué va todo esto??...

¿Y de qué va esto?. Pues esto es tan simple y tan antiguo como el título de la obra de García Márquez “Crónica de una muerte anunciada”; es tan real como la propia vida, como una vieja historia de amor que acaba en drama, como la traición de los que suponías tus amigos, como el saber pero no querer contar, como el querer perdonar pero no olvidar jamás las afrentas.

Esto va del anual pulso que los de abajo le echan a las antiguas piedras de los arcos de medio punto, y del amor y el rezo a una madera que nos hace imaginar paraísos perdidos, que nos acerca una fe intangible y que nos hace recapacitar cuando, en ocasiones, metemos inevitablemente la pata. Va del pellizco en el corazón cuando se intuyen notas musicales a media tarde en la puerta de una Iglesia.

Esto va de la desesperación del que ya no tiene más lágrimas que gastar, pero siente la necesidad de seguir llorando en silencio bajo un capirote, confiando a unas manos cargadas de rosarios bamboleantes su incierto futuro laboral, o su inevitable naufragio sentimental, o la inesperada enfermedad de los suyos.

Esto va del éxodo de todo un barrio que vuelve un día al año a recuperar sonrisas diseminadas por la anchura de la Vega en poblaciones limítrofes a lo imposible de pagar, y que se abraza con fuerza cuando los capirotes de colores toman de nuevo aquellos gastados adoquines que a uno lo vieron jugar de niño, al otro le marcaron la rodilla para siempre y al tercero lo vieron casarse emocionado delante de aquella eterna mirada cabizbaja, de sus manos atadas y de su expresión hiriente.

Esto que hoy nos trae y nos une, va del reencuentro con los conocidos de toda una vida perdidos en la memoria, con los besos que no dimos y que no sabemos adonde fueron, con las almas que años atrás se asomaban a los balcones para tirar la petalá a un paso de palio que ahora contemplan de forma diferente desde la lontananza de su actual mirador.


Esto va de acostumbrarse a dormir a tus castas al son de “Virgen del Valle” mientras acompasas tu caminar por un oscuro pasillo que puedes convertir, en un momento dado, en la mejor entrada imaginable en Carrera Oficial.

Esto va de la tradición de la llamá y de su respuesta juncal, del laborioso ritual de la vestimenta cuidada, del necesario respeto a la veteranía y a lo antiguo (que siempre han sido un grado), del abrazo sentido cuando la cosa va bien y del abrazo sincero cuando la cosa ha ido mal, porque no hay mal que cien años dure ni pena que no pueda ser compartida.

Esto va del nervio cuando se abre el portón de madera y la luz se cuela con angustia entre las tufaradas de incienso; de la tensión en los rostros mientras se faja la costalería y el capataz no quiere siquiera mirar la puerta de reojo aunque sepa de sobra que sale… cada cosa en su momento.

Esto va de la sonrisa y la foto para la posteridad, como posaban Joselito y Belmonte, conscientes de estar haciendo historia en cada tarde, en cada enfrentamiento, en cada momento en el que se jugaban la vida y el triunfo; y también va del intento continuado de ser mejores en cada ocasión, de pulirnos, de mirarnos, de querer perfeccionar lo ya perfecto en muchas ocasiones, de ser autocríticos hasta que duele el alma de sinceridad. Esto va de querer quitarle hierro al asunto cuando se tuerce el trabajo, y de intentar levantar el ánimo en los momentos de mayor dureza aún a costa de ser momentáneamente inadecuado.

Esto va de la psicología y la mentalidad que deben tener siempre los ganadores, puesta al servicio de la fe a través de un esfuerzo físico que es colectivo, gratuito, criticado por terceros e injustamente reconocido. Ninguno será nunca realmente bueno si no trasmite a los demás ese sentimiento de victoria, de poderle a aquello, de creer mucho en lo que se está haciendo, de tener confianza en el que va delante, en los que van debajo contigo y, sobre todo, en el que va encima mecido al compás que tu marcas.

Esto va de las obsesiones y las manías: del quedar siempre en la misma esquina con los de toda una vida, del salir siempre a la misma hora para cumplir los rituales, del tenerlo todo exquisitamente preparado para que el nervio no pueda con la fragilidad de la memoria, del comer siempre lo mismo, del querer vestirse de nazareno siempre en el mismo sitio, de que te tire siempre de la ropa el amigo del alma, de tener siempre las mismas palabras de tranquilidad para los demás en el instante adecuado en el que el corazón te galopa como un caballo salvaje por la rocina de Doñana.

Esto va de querer que tu simiente germine para poder vestirla de monaguillo y llevarla de la mano al templo contigo. De querer aguantar físicamente los años necesarios debajo del Señor o de la Virgen para poder pasearlos con tu hijo. De querer enseñarle que aún existen la amistad sincera bajo los faldones, la admiración mutua, y el trabajo humilde.

Esto va inevitablemente de las modas, que convierten a algunos de los de abajo en modelos de una pasarela flamenca en la que se supone que deben triunfar los metrosexuales de barbita descuidada, pechos rasurados, tatuaje estratégicamente situado para que se vea, tableta de chocolate y gesto impenetrable, ataviados con colores imposibles, que se toman aquello como si se tratara de rellenar las inmaculadas hojas de una “chorviagenda”: el año pasado salí con esta, con esta y con esta, y este año he salido con la otra y con aquella, que aunque fea y coja, es facilota y se deja. Eso sí, que me den poquitos trabajos en todas, que si no el tío no cumple. Mentira que es.

Esto va de lo mismo que iba aquella mirada al cielo del 7 de España, del Gran Capitán, de Raúl, que mientras sonaba el Himno Nacional, perdía la vista en el infinito buscando la bendición para su trabajo, la suerte para estar al nivel exigido, la fuerza para conseguir un triunfo y la protección para poder sentir ese mismo orgullo, esa misma satisfacción y esa misma responsabilidad en muchas más ocasiones a lo largo de la vida.

Va de la renuncia personal a lo que más le gusta a uno, porque una maldita lesión de espalda no te deja disfrutar de lo que adoras, de lo que quieres y de lo que ansías, y te tiene consumida en una incesante sucesión de dolores continuados que te han llevado a hacer lo que nunca pensaste hacer para estar al lado del Señor con los tuyos.

Esto va también de la emoción de saberse alumbrado por decenas de almas cada vez que se arría el palio, dedicando chicotás a las sombras, a las ausencias, a los niños que no vieron jamás la luz, a los abuelos que se apagaron en el tiempo, a los padres que partieron para no volver, a los necesitados, a los impedidos y a los que no aciertan a verle la amabilidad al estar vivo, porque han perdido toda esperanza en su existencia. La Esperanza es lo último que se pierde, es la verdad verdadera… y además es lo más grande.

Esto que hoy nos une en el León, es una amalgama de colores, de olores, de sensaciones a flor de piel, de sentimientos inenarrables, de regomellos en el alma, de risas incontrolables, de pellizcos en el corazón, de detalles que colman tu existencia para gastar horas y horas a lo largo de todo un año ansiando que el Domingo de Palmas y Ramos no haya jirón alguno en los cielos, y que se mantenga así toda esa semana que resume una vida entera.

Por todas estas cosas, y porque nos resistimos a pensar que no hay nada más allá del frío de un sepulcro, nos calentamos la cabeza y nos dejamos besar (aunque intuyamos que muchos de esos besos sean como los de Judas), y nos comemos el orgullo por el beneficio colectivo, y nos peleamos por nimiedades que casi siempre aparejan la vanidad personal como trasfondo, y nos obligamos a quitarle muchas noches de compañía a los que conviven con nuestro mal genio o con nuestra desgana, porque aunque ellos no acierten a entenderlo, en un segundo plano, también consideramos “los nuestros” a los que nos esperan en un ensayo de madrugada un viernes, o en un eterno cabildo extraordinario de fin de semana, o en una infumable reunión de mayordomos avisada horas antes un día cualquiera. No significa que sean prioritarios: significa que, para bien o para mal, nos complementan la vida. Ya lo decía mi abuela: “prefiero un nieto cura a drogadicto”.

Por todo esto y por mucho más, nos aventuramos en muchas ocasiones a abrirnos la natural coraza que a todos nos acompaña, para que luego llegue el desalmado de turno y sin derecho alguno nos estruje el corazón. Qué atrevida es la ignorancia, y qué malvada es la envidia, pero qué grandes satisfacciones se obtienen cuando suena la hora adecuada en el reloj de la Iglesia, se fija la mirada en un solo punto a través del capillo y se escucha el chirriar de las hojas que abren las puertas de la Gloria, para que el Redentor cruce el infierno de las tinieblas y bendiga incluso a los que no se lo merecen.

Qué grandes satisfacciones se obtienen cuando realizando tu trabajo de la mejor manera posible, escuchas llorar a tu lado a personas hechas y derechas. Qué grandes satisfacciones se obtienen cuando el esfuerzo de todo un año bajo los relentes de la intemperie pone tu corneta al servicio del movimiento “a costero” del paso de tu Hermandad. Qué grandes satisfacciones se obtienen cuando uno sacia su necesidad de comunicación contándole a los que no pueden verlo lo que sucede en una recogía de enjundia a través del micrófono de una radio, o a través de unas pobres palabras en un Blog.

Lo más hermoso de todo esto, sonrisas y escalofríos aparte, es que en un mundo cada vez más separatista y con menos valores fundamentales de convivencia, unos cuantos chalaos somos capaces de organizarnos para compartir un día de inicios de otoño por el simple hecho de apreciarnos, de creer y de sentir.

Nadie que no haya vivido esto con la misma intensidad que lo hemos vivido nosotros, sabrá jamás de lo que yo estoy hablando y de lo que vosotros estás sintiendo. Justo por eso, tomo mi copa, la levanto, y brindo con vosotros utilizando las mismas palabras que siempre repetimos bajo del Señor de los Panes y las Espigas cuando llegamos a Jesús y María consumiendo las horas del hermoso día que abre la semana de la ilusión, de la Pasión, de la Muerte y de la Resurrección de nuestras almas… “por los que fuimos, por los que somos, y por los que seremos”.

He dicho.

Alvaro Barea... Momentazo del II Leonazo...

Gracias, artista... yo te doy un Tres sobre el Tres...

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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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