Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

viernes, 9 de noviembre de 2012

Entre tanta gente, y tan solo...

Muchas veces hemos utilizado esta frase. Seguro que algunos de ustedes también lo han hecho mas de una vez. Esa sensación de no estar donde uno quisiese, o toda la contraria, que es estar donde uno quiere, pero estando más solo que la una. Pues bien... no se quejen vuestras mercedes, porque si hubo uno que estando entre tanta gente, no se pudo sentir más solo, ese fue el niño de la de los Ojos Verdes...

Sí, el mismo. Un niño que ya hecho mayor, siguió, seguía, y seguirá siendo para siempre, el niño de la de los Ojos verdes... 

Y él, si que estuvo más solo que la una. Asustado y solo. Preparado su corazón al desastre y la sinrazón. Escupido y maltratado. Y solo. Acechado por la miseria del hombre y las pocas ganas de tener en él depositada la esperanza. Y solo. Muy solo. Más que la una, y más que la luna. Esa que asomaba esa noche en un cielo azulado, en el que los luceros no alumbran y las estrellas mudas no tintinean por tal de no dar su brazo a torcer, en esta carrera hacía el más horroroso de los crímenes que jamás cometió esta miserable humanidad...

Solo. Solo ante la adversidad y sin cartas que mandar a ningún remite remoto. Solo, como el perro que se queda sin dueño, y sin mano que le dé de comer. Solo, como una sandalia vieja que perdió por el uso a su compañera. Solo, como el que se queda solo a la puerta del colegio, esperando que sus padres se acuerden de recogerlo. Solo, como un libro olvidado en una estantería vieja con su barniz ajado. Solo, como el paso del tiempo. Solo, como la verdad ante la ofensa, la falacia y la mentira. Solo, como juan sin el miedo. Solo como la duda, cuando se disipa. Solo, como la voz solista dentro de un coro. Solo, como el estallido nervioso que grita al amparo de los quejíos rotundos de tambores y cornetas. Solo, como el ruido de un solitario y lejano trueno. Solo, como la cigarra que no le hizo caso a la hormiga. Solo, como no se puede estar más solo ante tanto ruido de tantos y tantos como le abofeteamos las dos mejillas posibles día a día. Solo, entre tanta gente... 

Míralo. Lo ves???... pues ahí va, solo. Cautivo y solo... arropado por la escena de quienes pasan de él, y lo dejan cruzados sus brazos y atadas sus manos en la delantera del paso. Viene hacía nosotros, y entre tanta gente va cansado, amoratado y solo... algunos contemplan la escena de reojo, mientras mantienen su conversación estúpida y profana. Solo. El sigue ahí. Impertérrito. Cabizbajo. Dolido. Malherido en un corazón que estalla y reparte su sangre a borbotones por nosotros. Atado. Sus manos cruzadas no le permiten darnos ese abrazo que a él tanto le gusta, y que le enseñara su madre allá en Galilea...

Así que cuando os sintáis solos, acordarse un poquito de él. Refrescarse la memoria al compás de los lamentos lentos de bordones destemplados. Acordarse de él, y llorar tan solo con un ojo. Acordarse de él, y sonreír levemente, mientras pensáis que hubo uno, uno en el mundo, que fue el que más solo se sintió, de todos los que posiblemente hayan experimentado la horrible sensación de estar solos...

Y que quien es él???... ¿de quien os tenéis que acordar???... Pues no lo ves???... no lo ves???.. ahí está. Por ahí viene. Entre tanta gente, y tan solo... El niño de la de los Ojos Verdes... 


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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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