Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Y otro año más... siete... impar...

Creo que llegará un año en el que pierda ya de una vez por todas la cuenta. Aunque no creo que sea este. Ya ha pasado otro año. Un año más que llevo como puedo, el no poder verte de nuevo. Un año más en el que los sentidos se van agudizando con las experiencias que nos dejó este casi extinto ya año dos mil diez, y aun a pesar de buscarte muchas veces, no te encuentro. Un año más que pasa y se tacha del calendario, pero no con la misma alegría de antaño. Ya nada es igual, y estas fechas de Adviento y Navidad no iban a ser distintas. Un 8 de diciembre más, que me deja el regusto amargo de tu despedida definitiva. De la de tu carne y la de tu ser. Del vacío enorme que dejaste en mi vida, y en las nuestras, en las de todos aquellos que tuvimos el placer y el inmenso honor de poder haberte conocido. te fuiste sin hacer ruido, un 8 de diciembre, que además de ser eternamente par, me deja Inmaculadas efigies marianas en Besamanos, que no hacen más que acentuar el saber que ya no estás conmigo. Pero a pesar del desanimo con el que vivo estos días, se que aun estás cerca de mi. Late mi corazón y late el tuyo, ambos siempre al mismo compás. Te siento conmigo en tantos momentos de mi vida, que se que nunca te fuiste del todo, y así será al menos hasta que yo me vaya... o eso espero...

Te siento tan cerca, tan cerca que puedo aun oler tus blancos cabellos siempre limpios y cuidados y con ese aire de colonia fresca al levantarse el día. Tan cerca, que puedo aun sentir tus manos tersas y lisas a pesar de tu avanzada edad, al adecentar la mesa y poner la comida. Tan cerca, que puedo sentir tus besos de madre y abuela, al arroparme por las noches. Tan cerca, que puedo escuchar tu voz, con solo cerrar los ojos por un instante, y transportar mi alma a otros tiempos ya pasados y surcar los recuerdos que me llevan a revivir mi infancia a tu vera. Otro 8 de diciembre que pasa y ya van siete desde nuestra despedida. Pero me queda el consuelo de que aunque van siete que no estás ya con nosotros, fueron más de treinta los que si te tuve. Y hoy sigues arropando mis sueños y mis desvelos. Eres lo primero que veo al despertar y lo que siempre veo al dejar mi cuerpo, donde lo pueda encontrar al día siguiente.

Yo no se si nos veremos en el cielo prometido, y no lo digo por ti. Lo digo por mi... intentaré hacer mientras dure en este mundo, todo lo bueno que tu me enseñaste y seguiré poniendo en practica todo aquello que me dijiste mientras te tuve a mi lado. "...se siempre tu mismo, intenta siempre no hacer el mal a nadie, y se fiel a tus convicciones e ideas...", pues bien que lo intento y lo sigo a rajatabla. Nunca se puede contar todo, y hay muchas veces en las que es mejor callar u obviar. No me verás de la mano de falsos y fariseos. No me veras de la mano de quien quiere o se alegra del mal para sus hermanos y congéneres, y no me verás jamás de la mano de quien no me quiera como tu me quisiste a mi. Seguiré gracias a tu fuerza inculcada, siendo fiel a mis principios y a mis convicciones, las que nunca espero que alteren mis formas de ser y de pensar, pues eso sería poco menos que traicionarte.

Te quiero muchísimo. Te queremos mucho. Pero eso tu lo sabías, y siempre lo has sabido. Le doy gracias a Dios todos los días, por haberte dado la oportunidad de ver y conocer a tus bisnietos, y de que ellos siempre te recuerden. Las gracias eternas por presentarte en plena Navidad, en mi casa para conocer a mi hijo mayor, en unas fechas en las que no pude bajártelo para que lo vieses y lo abrazaras. Ellos dos lo saben, y al menos entre todos mantendremos viva en casa, la llama que dejaste encendida para siempre en nuestros corazones. A mi, no me quedó nada que decirte, pues te lo dije todo en tu vida mientras pasé en tu casa de Almuñecar, navidades, primaveras y veranos enteros, conociendo lo que es ya mi segunda casa, mi segunda ciudad, y espero que mi última morada en los años en que la vejez, me permita saborear la sal de tus playas y el calor de tus tardes. Almuñecar que te vio desvivirte por nosotros y que nosotros llevaremos siempre en el alma, y la querremos como tu lo hiciste.

Recuerdo, como tras algún tiempo, al recibir de manos de tu hija, mi tía, una foto tuya justo en el primer aniversario de tu muerte, le puse al llegar a casa un lazo, que me dieron esa misma mañana en Plaza Nueva. Ahí sigue, hincado a la madera del marco, y verde y morado. El color de la Esperanza y el morado nazareno del Poder de Dios. Fuiste un precioso regalo de los que Él nos manda de vez en cuando a los que habitamos este mundo, y por eso dicen que la gente no muere, mientras los que quedemos en el os llevemos en el corazón. Y tu nunca morirás, al menos hasta que este que hoy te recuerda con lágrimas en los ojos, de su último suspiro antes de reunirme contigo y con mis seres queridos, allá donde Dios nos espera. Siempre he soñado que nos veremos al atardecer de un día de playa a comienzos del verano, cerca del Peñón del Santo, de esas arenas saladas que tu no podías pisar porque te asfixiaba el calor estival, y que muy pocas veces pudiste disfrutar con tus hijos, nietos y bisnietos. Seguro que ahora, que ya tu cuerpo no te lo impide, te bañas cada atardecer en las aguas de Almuñecar. Yo me bañaré contigo algún día Abuela... y nos iremos de paseo por sus calles, de eso estoy seguro.

A pesar de esto, a pesar de tu falta y de tu muerte corporal en esta fecha tan señalada, nunca estuviste tan cerca de mi como ahora, que estás incrustada en lo más hondo de mi corazón y en la habitación más reservada y acogedora de mi alma. Con este cigarro en la mano y que me fumo mientras te escribo estas lineas que son solo para Ti, observo mi mesita de noche y ahí estás. Siempre. Junto a una pequeña fotografía de tu nuera, mi madre, que me sostiene en brazos con apenas unos días. Y mis hijos al otro lado. Esos que se rieron contigo y tu con ellos, y a los que no les faltó nunca de nada a tu vera. Te quiero abuela, siempre te he querido. Y siempre te querré... tu nieto, Francisco... y seré siempre tuyo, Adoración... madre y abuela... abuela y madre... nunca te olvidaré, así pasen mil siglos... te quiero... y Ella, la que se quedó para siempre con mi "sentío", me dará la Salud suficiente, para reunirme contigo en los cielos cuando Ella así lo quiera. Mientras, la luz de los faroles de un azulejo, que es testigo mudo de mi amor por ti y por Ella, iluminará noche tras noche el semblante de una Señora Zaidinera que hermosea hoy su Gloria Inmaculada, en plena calle Almuñecar... como no podía ser de otra manera... nada es por casualidad, y todo está conectado... Ella, Almuñecar, Tu y Yo...

Hoy ya es día 8. Día de la Inmaculada Concepción de María Santísima. Y como cada año, bajaré para pasar un rato contigo a solas, como todos los años... y ya van siete... impar... y de mientras, "acurrúcate conmigo en esta madrugá, porque aunque no me hayas llevado en tu vientre y no me hayas parió, y aunque yo no te dijera muchas veces lo mucho que te he "querío"... cántame la nana que tu sabes, y déjame dormido... acurrúcate conmigo y me sobrará tó lo demás..."

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