

Cuando la primavera desnuda su muerte ante la primera oración esclava de la pasión y el verso, dos clavos de amor, se retuercen entre la fragua de sus pies doloridos… Gitanamente muertos y dolorosamente heridos sobre el nudo tácito, que hace chirriar la madera. Y nuevamente son dos, las luces de mis veinticuatro horas. Las del día, diluyendo colores entre las fuentes con sus aguas revoltosas, y las de la noche, dibujando estrellas sin nombre en el universo del sueño y la plegaria.
Y son dos los ojos para mirarte, encarnecido la tarde del Miércoles Santo, y dos los palos con los que el tambor redobla entre bordones y cornetas a cada paso que das, y cada segundo que mueres nuevamente por amor. Y son dos y no más, los ladrones invisibles que a tu derecha e izquierda, se alzan sobre el Gólgota de esta Granada de piedra, que a veces se esconde sin decir nada o para decirlo todo sin abrir la boca. Son dos Tus manos entre abiertas, clavadas y despojadas de cualquier caricia, atravesadas por otros dos clavos al tronco del suplicio, de donde lo divisas todo. Son dos y no más, los ríos por los que navega el suspiro de Tu respiración marchita. Dos el norte y el sur. Y otros dos, el este y el oeste. Y solo serán más de dos, cuando formen la otra Cruz, y sean la brújula de nuestras indecisiones.
Dos caras la moneda con la que pusieron precio a tu prendimiento. Dos puertas abajo en la Catedral, por la que Tu presencia se hará infinita. Entrando desde Pasiegas y saliendo por el Perdón. Dos motivos Cristo Gitano del Consuelo, entre otros no lo se, para ponerme bajo Tus plantas y pregonarte otra vez…
Ya ves, las circunstancias
nos volvemos a encontrar,
yo dibujándote palabras
lo más cerca del altar.
Y Tú en tu mástil de madera,
esperando que te quieran
y deseando perdonar.
Por eso eres Rey de justos
y no hallaste tu reino en la tierra,
pues aquí el que más tenga
siempre se niega a escuchar.
Que amar es otra materia
que a veces sin estudiar,
te premia con diploma en la gloria
aunque tengas dinero demás.
¡Que gitano de Risueño!
¡Que Cristo por desenclavar!
Mientras los versos de Machado,
te siguen buscando en la mar.
Pues ya ves las circunstancias,
nos volvemos a encontrar.
Por dos veces mi Cristo bueno,
que te vengo a pregonar.
José Manuel Rodríguez Viedma - 2010
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