Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

viernes, 16 de marzo de 2012

A quince días...

A quince días... 


En apenas quince días impares, seremos pasto de dolores y no será un viernes cualquiera. Ni otro parecido. A quince días de que la gloria, dejaremos que campee a sus anchas por nuestras calles, sonrisas impregnadas en cada adoquín de sabiduría ancestral y matriarcal. Granada es Madre, y como buena Madre acoge cuanto le llega. Lo desbarata en un momento y lo pone en lo más alto, para dejarnos sensaciones encontradas que durante los próximos siete días de una semana de ocho, con sus dos domingos, nos harán sentir de maneras diferentes y muy nuestras. Pero hoy no hablamos de semana santa. Hoy hablamos de querencia. De la jartible querencia que le tenemos a nuestras cosas, y que dentro de quince días nos hará cruzarnos por la calle con una sonrisa que no es normal. Simplemente porque es distinta. 


Estos días nos vemos en ensayos, pues somos los costaleros los que mas nos vemos, mientras en distintas cofradías nos palpamos los cuellos contra los maderos de nuestras propias penas y miserias. Nos saludamos en casas de hermandad a la hora de pagar la cuota, o de retirar el hábito correspondiente. Nos tomamos treinta y tres a la salida de los cultos, cualesquiera eventos poético-cofrades, presentaciones emotivas de carteles que no dicen nada, ni el cartel, ni la foto, ni el presentador, pues la foto es para echarla a los leones, pregones con más acierto unos que otros, y todas esas cosas que nos gustan a rabiar, siempre por el tercer tiempo, muchas veces más fructífero que el primero, o el segundo. Y esto es así... la mayoría de las veces...


Pero el viernes que nos sacude el alma dentro de quince días y la despoja del polvo acumulado en las junturas de todo un año, ese viernes es distinto y debiese llamarse "Viernes de Alegría". Sale el Señor a la calle con hechuras distintas. Se rezan las estaciones por las calles de la Magdalena, Fígares o Campo del Príncipe, de maneras distintas. El aire parece que densa y contiene como nunca el perfume aterciopelado de los aromas de un incienso que hoy huele de maneras distintas. Y yo, habré salido del trabajo como siempre, a ultima hora. Buscando la compaña de mis hijos, para acudir a las citas anuales. Esas citas, a las que siempre que El quiera, yo acudiré presto, raudo y veloz. Con una sonrisa que ensanche el alma...

 

Ver al Señor , ya con la noche encima, es una de las experiencias más placenteras de esta vida. Mucho más que verlo salir aun con la luz de la tarde, esa que prácticamente se pierde entre las calles del Barrio de Gracia. Yo lo prefiero así. Un poquito más tarde, con la noche a las espaldas y ese pómulo marcado por los flashes que abofetean su cara una y otra vez, para dejar instantáneas que durarán eternamente en nuestras retinas y en nuestros corazones. Y después de acompañar al Señor por las calles de su barrio, a la carrera... lo que viene siendo un entreno de lo que está por llegar dos días después, aunque yo por salir bajo el Señor de la Santa Cena Sacramental, no pueda acompañar a los míos en dichas excursiones cofrades... ahora vemos está cofradía aquí, la otra la recogemos allí, y a esta nos la encontramos por aquí... como toda la vida de Dios... un no parar...


Y a la carrera llegamos, mientras a lo lejos, un sonido metálico y brillante me rompe el alma y me la hace jirones. Partes o porciones de un todo, que se desangra al llegar esta tarde noche... cornetas que en la calle Pan, espadaña, parada, fonda, santo y seña de la Familia León, anuncian como cada "Viernes de Alegría", que el mejor de los nacidos, ya está a las puertas del Perpetuo Socorro, y dispuesto a entrar en una Jerusalem granadina y malafollá, que lo está esperando a regañadientes por unos, y con los brazos abiertos por los otros. Y es entonces cuando ya mi alma se rompe en mil añicos, que iré recomponiendo a cada chicotá de las que daré en los próximos días... que serán iguales de intensos que los ya pasados en otros años, pero que vendrán cargados de sensaciones nuevas, frescas, vivas... y que mejor que poder empaparse de ellas, que al amparo de mis hijos... siempre de mis hijos, y al lado de quien me quiere, y bien que lo se...


Ya, para lo demás, que cada uno se lo imagine,... como cada uno pueda, o quiera... porque yo lo único que sé ahora mismo, es que quedan dos semanas, para que la Semana Santa, la mía, la particular, la que seguro que cada uno de ustedes lleva dentro de sí, y es la que quiere y la que espera... eche a andar... y eso es un regalo con el que pensar, disfrutar, y soñar.. y mientras sueño yo con eso... sueñen ustedes con la suya... que esto ya está aquí....

Pd: En la calle Pan nos vemos y escuchamos... y en la Calle Pan, el Pan de Vida, se hace palpable al compás de tambores destemplados y brillantes sones armónicos de los que levantan el bello, puesto que fueron compuestos para el Señor... y todo lo que sea para o de El Señor, es de bellito de punta y vámonos... 

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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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