Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

lunes, 5 de septiembre de 2011

Retomando las costumbres...

Retomando las costumbres. No diré si son buenas, porque lo que es bueno para uno, bien puede ser repudiado por el más libre de los mortales. O quizás, en el fondo sean tan malas esas costumbres, como para echarlas en el cajón de los olvidos cada mañana al despertar. Amargos recuerdos. Solo os diré que ya estamos en Septiembre y que es lunes, cinco e impar. Y aunque el "veranillo de los membrillos" está aun por llegar, y no darnos tregua en un mes marcado en el calendario por la que vive en la carrera, las tardes de sal y arena han llegado ya a su fin. Ahora la nostálgica presencia de mis recuerdos en las noches en vela, reviviendo pasajes que ya forman parte del pasado, es tan solo mi compaña y a la vez mi castigo. Mi lucidez en calma, con la mirada siempre perdida en un deseo constante y perenne que le da cierto sentido a mi vida, y que siempre está fija en un punto concreto. La venida de lo que siempre está por llegar. Mi anhelo para estos meses que nos esperan por delante, hasta que de nuevo la sal y la mar se enfrente nuevamente a mi piel, son simplemente que las cosas me vayan y os vayan bien. Y métanse en ese deseo todos cuantos quieran y cuantos esperen como yo, que un Baltasar amargo regrese a la casa para endulzar una vez más a mitad del camino, nuestras vivencias más ancestrales... 

Las risas y sonrisas, tras el fin de semana trasnochador y canalla a la vera de los míos, esos dos que conmigo sumamos tres y que por lo tanto son tan impares como yo, aun resuenan por los rincones de una casa vacía. Y las persianas, dadas las horas que son, están bajadas para que el lorenzo no se cuele fiero y despiadado en nuestras vidas, calentando sin querer los corazones de cuantos aun no lo terminaron de recomponer y andan fríos y distantes. Cuasi que gélidos vagamundos al amparo de las noches y de las sombras con las que uno jamás quiere toparse. El mío está en fase de restauración. Y aunque se que es duro y funcional en su faceta bombeadora, y que aguanta estoicamente los embistes de esta vida cruel y amarga, a veces parece pararse o pedir una tregua. Un rato en calma. Un simple minuto de descanso y de sosiego. Y hoy se lo he concedido. Le he dado a mi corazón cinco minutos. Tan solo cinco. Le acabo de dar y de conceder cinco impares y eternos minutos. Cinco como el día en el que estamos, y cinco de un cinco como el que me vio llegar a este mundo hace ya mas de treinta y ocho años. Que menos podía hacer... que dejarle esos cinco minutos...

Y aquí estamos, retomando las costumbres, que ya os digo, no se si serán buenas o malas, pero son las que son. Y son las que están. Y son las que siempre estuvieron. Esas que me hacen cada día poder enfrentarme a la vida con una sonrisa que los que me quieren echan de menos y los que nunca se preocuparon en saber de mi, piensan que me paso el día siempre riendo. No es así. Ni mucho menos. Pero lo que no se, es recibir a la gente con la mirada felina de quien te perdona la vida, mientras blande en su mano el puñal de la incoherencia. Lo que no se, es tener que aguantarme las ganas de ser feliz y pintar sonrisas en las comisuras de mis labios, de los labios que han sido míos, de los labios de todos cuantos me rodean y de los que me quieran acompañar en tan excelsa campaña valiente, ardua y guerrera. Sonreír y hacer lo propio con y para los demás. Intentar sacar siempre ese movimiento insignificante que dibuja arrugas en las puntas de las bocas, concediendo dos preciosos hoyuelos a quien se tercie y que por pequeño y efímero que fuese dicho movimiento, a veces por muy imperceptible que sea, no por ello fue, ha sido y será menos placentero. Tener la osadía descarnada de seguir intentando cada día sonreír vayan o no bien las cosas. Y que ella misma, nuestra sonrisa, se perfile en los contornos del alma, ensanchandola y enriqueciendola aun más. Y sentir que te concede el poder de una mano que te afina los metales, tensa las cuerdas de una bordón imaginario, prepara la partichela de lo que está siempre por venir, y se prepara para lanzar al viento su concierto de risas y sonrisas, al compás de las fraguas de vulcano con las que empezara todo esto... eso es magia, como mágico es el saber que otros ríen contigo... y no se ríen de ti...

Y ahora me pregunto yo,... ¿¿¿Y que más dará si me río o sonrío???... déjenme que lo haga. Dejen que le sonría de frente a la vida. Que la espere cada mañana, para decirle entre sonrisas que aquí sigo. Que estoy, soy, siento, padezco, lucho, me enervo, y me desquicio. Que salto, pienso, opino, discuto, perdono, abrazo, contemplo, charlo, observo, beso, quiero y admiro. Que mi sonrisa va conmigo porque siempre estuvo ahí desde que tengo uso de razón. Y déjenme que la convierta en mi sino y en mi fugaz paso por este mundo en el que no nos vamos a quedar ninguno. Que me recuerden siempre así. Sonriendo. 

Y en este mismo instante de mi vida, por favor, déjenme que me tome cinco minutos... tan solo cinco minutos, mientras esbozo una gran, elocuente, ancestral y placentera sonrisa, que me hace retomar costumbres, sentirme vivo y ser capaz un día más de decirles que aquí estamos, sonriendole a la vida de frente con una mueca socarrona y cómplice de mis desgracias... esbozando una vez más una sonrisa, esa que provoca la ira, la envidia y el rencor más estúpido y más innecesario, de quien "bien dice quererte y se jacta de ello"... y a los que con normalidad no los ves sonreír. Y que si supiesen en el fondo, de lo que yo me río, lo mismo sonreían a la misma par... 

Y es que mi sonrisa siempre fue la que me provoca escuchar un tambor destemplado, sabiendo que siempre estará por llegar el día que ha de venir... El Mismo Dios... "Áhyh ashr áhyh"... "Soy el que Soy"... retomando las costumbres, con erre de Rescate...


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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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