Silencios... Me gustan tus silencios. Que digo me gustan, ¡¡me encantan!!...
Esos silencios que atesoras y repartes de forma generosa. Esos silencios capaz de hacernos reventar el pecho y que nos invitan a contener la respiración hasta que ya no queda oxigeno en nuestros pulmones. Tus silencios son muchos, de muchas maneras y formas. Tus calladas respuestas, nos hacen a veces estallar de emociones normalmente encerradas en lo más hondo de nuestras almas. En otras ocasiones, nuestro lagrimar se resquebraja y se vacía de humedades saladas que recorren nuestras mejillas. Tus silencios hacen saltar a las piedras y rasgan el velo del templo por la mitad a diario. Tu callada respuesta por la que te tildan de loco, no hace más que fortalecer tu gloriosa presencia humilde, descarnada y valiente. Ante palabras necias, oídos sordos. Ante injusticias de la tierra, el poder soberano de los cielos. Ante la gente que expectante espera tus silencios, pues silencios y más silencios. Ante el trono ruín de Herodes, el mayor de los silencios y el más bendito... y ante esta tremenda chicotá... silencio y chapó... silencio blanco...
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