Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

martes, 26 de octubre de 2010

La fe

La fe... ¿Que es la fe?... pregunta que nos hacemos muchos a menudo. ¿Quien no se la hizo al menos una vez?... ¿quien a día de hoy, no ha sentido el estar totalmente perdido y alejado de ella?... Para unos, algo capaz de mover montañas, o al menos, de verlas aun más de cerca. Para otros la certeza de que todo está regulado y escrito, mas allá de la ausencia de cualquier evidencia que así nos lo demuestre. Algunos, piensan que es un cúmulo de sensaciones, pensamientos y vivencias que marcan una trayectoria con el paso de nuestros días. Un principio y un final. Una armonía constante de elitistas fluctuaciones mentales en un mercado totalmente cambiante, en el que los latidos del corazón designan nuestros propios destinos. Para otros, la fe es el credo en el que se mueven, y pasean sus sombras al amparo de la espera paciente y sencilla. Esperar con fe, creencia y templanza. Muchos, creen que la fe es aquello en lo que deben de creer, sin siquiera profundizar más. Es lo que hay y así debe de ser. Pero... ¿que es en concreto, la fe?...

La fe, según la costumbre, viene de la palabra latina fides, que significa "creer". Aceptar completamente la palabra del otro, si reparos y a conciencia. Y se convierte en fe religiosa o divina, cuando con ese aceptar una creencia, se refiere a Dios. Y la fe humana cuando se trata de creer en nuestros prójimos y semejantes. Yo soy mucho de creer en nuestra humanidad, en mis semejantes y próximos. Tengo fe en las personas, y por eso me pasa muchas veces lo que pasa, y bienvenido sea lo que tenga que venir. Y tengo mi fe tan profundamente arraigada que les costará arrancármela, sean los que sean, y vengan de donde vengan. Pero... ¿que es la fe?... y lo que es más importante. ¿Donde se encuentra?...

La fe en Jesucristo, en Cristo, en su Santísima Madre, en Dios Padre, en todo aquello en lo que nos vemos envueltos bajo los aromas del incienso y el calor de la cera que arde, es simplemente la aceptación de su propio testimonio. Pero no solo es aceptar con diligencia aquello que nos quieran contar, y que se ha venido transmitiendo con el paso de los siglos. ¿Cuanto ha podido cambiar la historia? Mucho, quizás... pero nuestra fe, la del cofrade, la del cristiano de a pie, la del creyente sin más conocimientos que la vida y sus penurias, no solo se basa en libros, panfletos, legajos, manuscritos, biblias más o menos acertadas y más o menos retocadas. No. La fe es mucho más. La fe se hace presente, cuando un pellizco hondo y profundo se hace sentir en lo más recóndito de nuestro corazón. Y lo que es peor, se queda.

La fe, se palpa con los ojos del alma, cuando algo que no sabemos a ciencia cierta que es ni de donde proviene, nos da un latigazo en el pecho, y hace que nuestras células se revolucionen. La fe no se busca, se encuentra. No te la meten como la letra, que dicen que con sangre entra, sino que se cuela en nuestras vidas, de buenas a primeras, y aunque parece muchas veces irse, evaporarse, perderse, esconderse, ausentarse incluso dejar prácticamente de sentirla, cuando menos te la esperas ahí está... porque una vez que penetra en nuestros corazones y se hace un hueco por pequeño que sea en nuestras mentes, las cuales sigo pensando que no están echas para eso, es difícil que se vaya por completo...

Se puede llegar a tener la sensación de que se fue. Simplemente, una mala pasada, y parece que todo se fuese al traste. La muerte de un familiar muy querido, o la de un amigo del alma. La puñalada que te dio de forma trapera un humano en el que tenías puesta cierta fe, o incluso toda. La perdida de un trabajo, o el no encontrarlo y que ves como pasan los días y nada arregla tu situación económica la cual influye directamente en tus relaciones familiares y personales. La total falta de valores de una sociedad que no sabe a que juega, ni con qué. Todas estas cosas y muchas más, que hacen que los cimientos en los que te asientas en pos de tu fe, se te derrumben y tiemblen. Tan fuerte, que creas que ya está aquí el fin. Y no es así. De buenas a primeras, te das una vuelta, observas y ves como todo cambia...

Algo que te llama la atención y que bueno, en este caso lo encuentras en una iglesia. La de la Magdalena. No hablo de Jesús del Rescate, aunque bien lo pueda ser. Mientras te das una vuelta por las capillas plagadas de santos y de estampitas, algo te retumba en las sienes, y te deja paralizado. Para la Iglesia como institución, la fe es una de los tres virtudes teologales, colocada en el primer lugar. La propia revelación de Dios. Creer sin ver, sentir sin palpar, mirar y no tocar, querer sin oler, y gustar sin comer. Una sola mirada, una sola, y se te vienen tantas cosas a la cabeza que lo único que puedes hacer es primero sorprenderte, y después esbozar una sonrisa plena, de oreja a oreja mientras le echas un guiño con el alma y murmuras "ahí estás... que bien que te he encontrado hoy, no??... y cuanta gente ha sentido lo mismo que yo??"... Gracias...

No te ves solo, un bicho raro. "Seré yo, Señor... seré solo yo"... y te das cuenta de que no. De que son miles de almas más, las que creen sin ver, y ponen toda su vida y todas sus aspiraciones, deseos, plegarias, solicitudes, angustias, quejas, peticiones, favores, en definitiva todo aquello que saben que está fuera del alcance humano y seguro que más cerca del divino. Se encomiendan a ti Señor. No se tu nombre, ni siquiera tu advocación, ni el porqué de tu capilla. Pero se perfectamente quien eres, y creo en Ti, Señor... porque siempre ha sido así, aun en momentos de los que no me quiero acordar... gracias por dejarme ver y sentir, que mi fe es compartida, universal, mágica, y tremendamente acojonante (si, es la palabra, acojonante)... porque apabulla, porque te supera en todos los sentidos y te hace temblar... te nubla los sentidos y te da la oportunidad de esbozar sonrisas ancestrales, que solo están al alcance de unos pocos. Aquellos que reímos con el alma, e intentamos que los demás se rían también con ella a través del corazón.

Esto es la fe... la que no se describe pues no tiene descripción. La que no viene en libro ninguno. La que no te enseñan, pues esto no tiene asignaturas ni revalidas al final de un curso cofrade. La fe del pueblo que se acerca a Ti, Señor, con las manos siempre vacías. Con los ojos abiertos y las pupilas dilatadas ante tu presencia, y que si se cierran seguramente sean para dejar escapar lagrimas. Aquellas que se forman con el agua de los océanos que inundan los mares. Aquellas que se forman con un pellizco sin sentido, pero que te aprisiona el alma y la hace tu esclava. Aquellas lagrimas que si las analizamos en un microscopio, llevan vestigios de sangre, porque brotan del corazón y son saladas como la mar que nos vio nacer y al que un día regresaremos. Porque la Tierra... la tierra es aquello que gira incansable durante 24 horas, que nos esconde soles y nos muestra lunas que no existen, mientras muchos que la habitan nos la quieren hacer perder... la fe... aquello que te encuentras de golpe y porrazo al "revolver una esquina", para el lamento del que no crea en Ti, Señor, pero que aun así, no deja de ponerte en su boca... la fe... la que yo creo poseer, porque se me sigue estremeciendo el alma con la brisa de las tardes y con un bello amanecer rosado de estas mañanas de otoño, con el frío que palpa mi cara y se me queda inerte en la nariz al pasear por el centro de mi ciudad, y la que guardo en los bolsillos descosidos por los que pierdo todo lo que poseo, menos una cosa... mi fe...

Gustad y ved, porque no hay más...

GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR,

DICHOSO EL QUE SE ACOGE A ÉL. (bis)

1.- La Palabra del Señor es sincera

y todas sus acciones son leales,

Él ama la justicia y el derecho

y de su amor está llena la tierra.


GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR,

DICHOSO EL QUE SE ACOGE A ÉL. (bis)

2.- El Señor es fiel a sus palabras,

bondadoso en todas sus acciones,

cerca está de aquellos que lo invocan

y lo buscan de todo corazón.


GUSTAD Y VED QUE BUENO ES EL SEÑOR,

DICHOSO EL QUE SE ACOGE A ÉL. (bis)

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