Andando. Y no lo digo con la voz rasgada que algunos acusan por la edad ya marchita, mientras otros intentan que su interpretación les catapulte hacía el martillo de oro, ahora que tan de moda están los premios dorados. Balón de Oro. Bota de Oro. Martillo de Oro...
Andando. Y para variar, esta Granada que te deja "tó la cara partía" y la nariz helada, al caminar con paso firme y apresurado, a esas horas en las que sin duda, es mejor estar en casa. Calentito y al amparo de los tuyos. Quizás pidiendo silenciosamente un abrazo cómplice. Una caricia comprensiva. O una invitación a pecar, si es que alguna vez eso mismo fue pecado...
Andando. Y con el ánimo contradictorio del que comienza una nueva etapa. Triste, pero feliz. Ilusionado, pero nervioso. Cansado, sin haber empezado todavía. Eufórico, aun con la batalla perdida. Contento, pero temblando como la primera vez. Pero incluso así, sigues andando... y aceleras el paso, loco por llegar...
La calle, permanece mojada aún desde ese último chapetón que te ha cogido cruzando por la zona del palacio de Congresos. El paraguas era algo con lo que esta noche no contabas. Y piensas, ¿donde carajo voy, con la que acaba de caer?... da igual... Continúas. Avanzas como siempre... andando...
Y te reconforta el saber, que más allá del puente, podrás resguardarte al abrigo de una San Antón, tímidamente alumbrada. Como de costumbre. Esa luz amarilla y absurda, que más que agradecerse se odia a partes desiguales. Cuanto nos perdemos de nuestra Granada, por tan escasa y la mayoría de las veces, tan mala iluminación urbanística. Romanticismo del amarillo, lo llaman. Yo lo llamo, pobreza lumínica sin aprovechamiento de lo que tenemos...
Saludo y preces rigurosas ante el Ángel Custodio y su Cristo agustino, muerto sobre cruz de plata. Silencio sacrosanto de quien sabe los terrenos por los que pisa. Pero andando. Sin aminorar el paso. Firme. Andando y con sentimiento. O algo parecido dice la portada de un compact disc (disco compacto o CD, para abreviar), que creo tener por ahí entre cientos de ellos más. Música que siempre hubo, hay, y habrá...
Una marcha se te mete en el sentío, y te hace mas liviano el paso de los pasos. Casi sin darte cuenta, estás llegando a una calle donde las recogidas se guardaban bien de estar a estas horas tan intempestivas en la calle. Calle que tuvo un edificio. Edificio de Santa María Egipciaca, con lo que me gusta a mi el antiguo Egipto y su civilización tan particular, como el patio de mi casa... edificio o cárcel de las Recogidas. O "arrecogías". Mujeres que fueron retenidas o encarceladas, por su mala vida o sus condenas como delincuentes. Que y cuanto mal han hecho las mujeres a través de los tiempos... claro!!!... por eso estoy yo aquí y ahora. Por una mujer... y andando...
Cruzo a paso ligero el reguero de luces que llevan al granadino hacía la Vega, y me adentro por Puentezuelas. Ya queda menos. Poco más de cien metros. Y es ahora, cuando se acelera todo. De manera vertiginosa. Como un viaje interestelar a la velocidad de la Luz...
El ritmo, el pulso, el nervio, las ganas, la sangre,... el trote de mi corazón enojado alguna que otra vez... todo se acelera y se vuelve más pesado al mismo tiempo. Los kilos no están en los "Jierros y las Maeras"... ni siquiera en lo alto de las mesas de las parihuelas con olor rancio de estar tapadas, acumulando polvos que no son los que quiero... ni tampoco están los kilos en los adoquines o sacos de arena en la que se convertirán mis huesos, quien sabe cuando...
No... los kilos pesan en el alma... en la conciencia, y en el corazón...
Y hay cosas con las que uno no puede meterse debajo de los "jierros y las maeras"... y eso es algo que siempre he tenido más que claro... solo de pensar en la posibilidad de ir rechinándote los dientes bajo un paso, por dolor del alma nostra, y no por el trabajo junto a tus hermanos, eso no va conmigo...
No me puedo ir mordiendo los labios por la rabia, la ira y la injusticia, y apretando el puño hasta sangrar las palmas de mis manos presas del zarpazo de mis propias uñas clavadas en mi carne...
Sabiendo que el más grande los grandes y el que todo lo perdonó con su Humildad Universal, es lo que va justo encima de nuestras cabezas... golpeado y maniatado. Humillado y masacrado, por mi y por mi, el primero...
No es ni justo con el que va arriba, ni justo con el que va debajo... no es ni siquiera justo con el hermano, ni de persona humana y cristiana... y me niego, me he negado, y lo he seguido haciendo... aunque yo siga andando...
Muchos lo harán, que duda me cabe. Es más, lo sé... y me consta... pero allá cada cual, con sus ropajes que intentan tapar sus miserias, sus harapos engañosos y cargados de rencillas, y sus almas enlutadas en globos de oros, botas de oro, pajaritas de oro y martillos de oro,... y esos trajecitos negros con el mismo color que sus más negros corazones..., trajecitos que que ya quisiera para si, el mejor de los messis...
Así que tras un buen rato andando. Me paro. Justo a su vera. Justo frente a su cancel casi siempre cerrado. Justo ante la puerta, por la que un día volveré a salir bajo su paso. Calmado y en Paz...
Consciente de que Él sabe los porqués de mis pasos a veces cansados. A sabiendas de que Él sabe con seguridad, que mi andar, va ligado a una forma de ver y entender todo esto. La Fe. Mi Fe... El Amor. Mi Amor... La querencia. Mi querencia. La que le tengo. La que siempre le he tenido. Y la que nunca se me irá... Y la enorme paz interior que ahora poseo con el paso de los años...
El paso de los años, y los pasos con los años... y es que en mi alma hay un soniquete, que sigue aún sonando... Andando... ya escucho el revuelo... parece que hoy hay ensayo... comienzan los días y las noches que dan sentido a todo lo ya vivido, y a lo que está por llegar...
Ahí vamos... siempre a "Jierro y Maeras"... que contradictorio... feliz, pero con un halo de tristeza, que no se siquiera, si el Lunes Santo me lo quitará...
Pd: te echaré de menos, hijo mío. Yo si estaré... pero no estaré solo. Tú, estarás siempre conmigo. Allá donde yo vaya...
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