Bueno, ya está aquí. El último día del año. El que deshoja por completo los calendarios y los manda a la basura. Viernes e impar. Treinta y uno para ser más exactos, y a mi ese número me recuerda a palios valientes de seis palos por cinco y Ella en tó lo alto... sumando siempre treinta y uno. Bueno, no me quiero poner melancólico ni jartible de los pasos. Pero no puedo empezar esta entrada, sin una imagen que me da la vida y me la quita a partes iguales. El Señor de la Magdalena que tanto de bueno me ha dado. Mi Rescate bendito, que ha hecho cruzarse en mi camino personas fascinantes con las que he vivido momentos increíbles, y que por eso siempre le estaré eternamente agradecido. Jesús, Rescate... el mismo Dios...
Ha sido un año, no diré que ni bueno, ni malo. Un año más... en el que a unos les habrá ido de una manera y a otros de la contraria. Siempre suele pasar esto. Yo de todas formas, considero un año bueno en su global, aquel que hemos superado y vivido intensamente, tanto para lo malo como para lo bueno. Y este dos mil diez que se nos escapa, ha tenido de todo, como siempre... y se ha superado. Ya con eso me sobra y me basta, porque el hecho de sobrevivir, de mantener mi trabajo, de mantener amistades forjadas a base de chicotás y de estribillos, de penas y de alegrías, para mi supera ya con creces cualquier meta que me hubiese propuesto a finales de aquel que fue impar y que llamamos dos mil nueve.
No me voy a poner ahora a relacionar cuantas cosas de buenas y cuantas de malas me han pasado en este dos mil diez que se va al carajo en unas horas. Más que nada, porque seguramente lo que es bueno para mi, a lo mejor no lo ha sido tanto para otros, y viceversa. Así que me limitaré a deciros que ha sido un placer, compartir con todos vosotros todas aquellas cosas que me han ido pasando día a día... bueno, todas no, jajajaja... porque si no, esto más que un blog, parecería el consultorio del numero catorce de cualquier calle, y tampoco es eso... a pesar de haber vivido mi infancia en el número 14 de la Avenida de Cádiz... vamos, de locos...
Yo no soy de esos que se van preguntando "¿¿con que te quedas de este año??"... yo me quedo con todo. Con cada lagrima que derramé, con cada sonrisa que repartí, con cada pena que inundo mi alma, con cada alegría que me dio la vida, con cada suspiro que se entrecortó, con cada silencio que yo si escuché, con cada motivo para seguir adelante un día más, con las risas de mis dos hijos, con cada pasito que dí debajo de un paso, y con los que di estando fuera de ellos. Me quedaré con las miradas de los que me miran bien, y guardaré las que me crucé y me hicieron algún mal. Me quedo también con todos los días en los que levité, las mañanas en las que me levanté y las noches que retocé. Los abrazos que me dieron y los que estoy seguro de que dí. Los besos, todos ellos... todos. De todas las maneras y con todas las intenciones, las posibles y las imposibles. Me quedo con las noches en vela y los días de trabajo. Con las tertulias improvisadas y con los leonazos de la calle pan. Con la sal de la mar y con la arena de sus playas. Con la desidia de algunas tardes y con los beneplácitos de las dudas. Con las bocas calladas y los corazones que chillan. Con las gargantas resecas y las bufandas rojiblancas siempre al viento. Con mi tacita de plata en la distancia y sus estribillos inmortales. Con las madrugadas de concurso y con los despertares más bellos. Con mi Granada siempre eterna, bella y sin parangón. Con el romanticismo de sus calles y con el misticismo de sus plazas. Con la estela de calor que nos deja el periodo estival y con las moqueras que nos deja el invernal frío de nuestra ciudad. Me lo quedo todo, porque todo ya forma parte de mi.
Pecaría de imbecilidad extrema, sin en este preciso momento no me paro, en seco, y me acuerdo de lo que me ha dado este paso de palio y la gente por la que he estado debajo de el. Maravillas, para mi el palio más romántico de Granada, donde los enamorados se echan todos los años a la carrera y la llevan en volandas. Debo de decirlo, porque así es como lo siento. Y todo lo vivido en su cercanía, será siempre un grato recuerdo mientras este que os escriba permanezca entre vosotros. Larga vida a la Ilusión y a su cuadrilla, y que buenos que fueron todos los momentos que se vivieron bajo sus faldones. Se te echará de menos y mucho este año que comienza. Pero... así son las cosas, como la vida misma...
Y que buenos fueron todos los ratos que pasé delante de Tu azulejo, Madre Mía. Incluso un jueves santo en el destierro forzado. Hasta ese rato fue bueno y para mi se queda. Como guardo el perfume de tus flores al pasar, el azul de tu manto en mi retina al alejarse, el tintineo de los varales clavado a fuego en el alma, el soniquete de las bellotas rebotando en la alpaca, la caída del faldón y esa levantá de la que alguno se acordó y que siempre agradeceré. Que momento más malico me brindó este año que termina, una tarde de jueves santo, y por muy negro que fuese, que se vea, se viva y se sienta en el momento... siempre se termina por sacar algo de bueno. Y yo saqué de todo, lo mejor... y es que siempre estás conmigo, allá donde vaya...
Y para los lectores asiduos a esta bendita oscuridad que me hizo tal y como soy, mis mayores deseos de felicidad, paz, amor, muchos billetes grandes de quinientos y cordura para saber en qué y con quien gastarlos. Ha sido un honor, ir entrada a entrada, superando este año que ya nos abandona, cruel y villano, y a partes iguales mágico y eterno. Año par que siempre ha estado erre que erre, sumando impar. Tres, numero inmortal y trifásico (Alvaro, te debo no uno, sino impares). Yo hoy no me quejaré, y mirando al cielo como siempre, diré aquello de "virgencita, virgencita, que me quede como estoy"... aunque virgencita, ya sabes que nunca te pido para mi...
Gracias a Dios, y a su Bendita Madre, los que me importan se que están bien. La Salud prima en mi casa por encima de todas las cosas, de todos los servidores del servidor que se la dan de sirvientes, y de todas las constelaciones, hayan o no sido descubiertas. Sin ella, la salud de los mortales, nada sería posible de realizar. Y sin Ella, la que nos la da y nos la sostiene, tampoco. Es por ello, que la última imagen del año y de esta entrada, no podía ser de otra manera más que para Ella. Ni uvas, ni relojes marcando las doce, ni botellas de champan descorchadas, ni copas llenas y con algo de oro en su interior, ni ligueros rojos, ni serpentinas o matasuegras... la última imagen que se colgará en esta entrada que da el pitido final a este año que se nos termina, no puede ser más que para Ella... la que guía mis pasos en la distancia. La que es Santo y Seña de mi vida. La que me dio la mano siendo un crío y aun me la tiene cogida y bien cogida. La que me ampara noche y día. La que le dio sentido a unas zapatillas de esparto, a una faja y a unas maneras de ser y de sentir... porque sin Ella, Yo, no sería Yo... y mi existencia sería nula, vacía y marchita... vamos, que no sería ná de ná...
Así que hoy, levanto mi copa y brindo por todos vosotros y gracias a Ella. Y esta noche, cuando el reloj de cualquier puerta del sol suenen las doce campanadas, no me comeré las uvas como ya hice otros años. Os estaré deseando, a todos, uno a uno... lo mejor, de lo mejor... de lo más mejor... SALUD...
Pd: gracias a todos los que fueron, son y serán parte y arte, Bajo la Oscuridad del Faldón...