Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

jueves, 16 de enero de 2014

Con una simple mirada

Con una simple mirada. De esas que se encuentra uno cuando menos se lo espera. Me topé con ella. De pronto. Fue por casualidad. Sin pensarlo, ni quererlo. Ni buscarlo siquiera. Pero me topé con ella. De repente. Y se me heló la sangre, como con tantas otras cosas...

La bajaba. Bajaba la mirada y en su humilde bondad supe que esa era. Esa mirada que uno saca, como queriendo esconderse de las miradas de los demás. Sin darse la importancia que ya de por sí tenía en ese preciso instante. Mágico e importante momento. Mientras se abrazaba al mundo, agachaba la mirada...

Y me bastó tan solo ese milisegundo que separa las cosas buenas de las que no lo son tanto. Y ya no pude despegar mis pupilas de su mirada, intentando buscar el fondo de las suyas. Procurando escudriñar el cielo y las estrellas, todas juntas a la vez, en el claroscuro de sus ojos nazarenos. Deseando probar por un instante el dolor de tan pesada carga. Tratar de comprender el por qué de esa forma de mirar. Tanteando a mi suerte, que siempre será mejor que la suya propia...

Ahora sé, que me bastó con una simple mirada suya, para entender, que el principio del fin estaba ya cerca. Que las chicotás que lo separan de su buen fin, son cada vez menos. Que la vereda que lo conduce a una muerte injusta pero segura, debe de acabar en algún momento. Al pie de un gólgota imparcial, que es impar. El y dos más. Silencios y una brisa helada que te deja el alma rasgada de principio a fin. Abierto el corazón de par en par. Y con un frialdad corporal impropia del ser humano que muchas veces lo contempla, sin que se le arrugue la maldad con la que ya nacimos todos y por la que fuimos perdonados de nuestros pecados con un bautismo al que asistimos sin conciencia, y sin ni siquiera haber sido invitados...

Y tal y como llegó esta tarde a mi, se marchó. Pero arañando sentimientos, destrozando sinrazones, pateando pensamientos, removiendo de nuevo la tarde y acariciando las hojas que aún quedan en los arboles... se fue... y despacio continuó su camino, tras acomodar el madero a su hombro derecho. Sabiendo que el fin andaba cerca. Y no le importó...

Y a mi me dejó perplejo una vez más. Sin saber que decir, que hacer o como poderlo ayudar...

Y todo esto, de pronto... fue por casualidad. Sin pensarlo, ni quererlo. Ni buscarlo siquiera. Pero me topé con ella. De repente. Y se me heló la sangre, como con tantas otras cosas... con una simple mirada. 


Nuestro Padre Jesús Nazareno Redentor del Mundo
(José Antonio Navarro Arteaga)

Hdad. de la Mediadora
http://hermandadmediadoramalaga.blogspot.com.es/



(la Marcha de Emilio, no está dedicada a este titular, pero vaya esta tarde para Él)

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