Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

miércoles, 12 de enero de 2011

Rezos...

El resplandor del ultimo flash aun ilumina la oscuridad que se cierne bajo el faldón. Apenas acaban de rozar los zancos el suelo, y la niña de mis ojos intenta resarcirse de ese fugaz relámpago que inundó las entrañas de nuestras retinas y soliviantó la más bendita de las oscuridades posibles. Intento hacerme de nuevo al momento, vivirlo, sentirlo y degustarlo. Mi piel se tersa y los poros se me abren cada vez más. La respiración agitada, producto del esfuerzo realizado, trata de acompasarse a los latidos de un corazón que no hace más que intentar seguir su camino costalero que me da la vida y a duras penas ese músculo carnoso y despiadado intenta lanzar mi roja y espesa sangre hacia los más recónditos rincones de mi cuerpo. El murmullo bajo el paso, muchas veces totalmente incomprendido, se parece al zumbar de una colmena de abejas. La calle no se queda atrás. En las aceras se arremolinan gentes de todas las edades, sexos y condiciones. Es una fiesta popular, de claro y marcado carácter religioso, pero no deja de ser eso para muchos. Una simple fiesta. Y es que en Andalucía, desde que tengo uso de razón, a mi me enseñaron a rezar de esta manera. Bajo los pasos. Muchos serán los que comenten en estos días, y durante el resto del año, que bajo los pasos no se reza. Que no lo hacen los costaleros. Que total, somos cuatro locos que inundados por un no se qué, o por el simple ego de que se nos vean las tirantas y nos arremanguemos los pantalones para que se nos vean las cañas, salimos cargando los pasos y encima pagamos por sacar cuatro trozos de madera, con tó sus kilos de cera y sus manojos de claveles. Darles un paseico a los santos en mitad del gentío, para su regocijo y mucho más, para el nuestro. Todo una simple puesta en escena, un teatro, un salir por regentear, por ser yo más que el de al lado, por tener el manto más bonito, el misterio mas enorme, el paso más dorado, la mejor banda detrás o las mejores chicotás. Están en su derecho de opinar cuanto y como quieran, todos los que arremolinados en nuestras aceras, contemplan el paso de nuestras hermandades y cofradías. Faltaría más. No seré yo el que discuta con alguien que la fe la compara con una cartera llena de billetes, un corazón que no golpea en las sienes, y un alma, seguramente a la que falte calor... y un poquito de oscuridad... pero de la buena...

Yo mientras sigo a lo mio. Respiro y pienso en los míos. En los que fueron y ya no están. En los que son y están y otras veces no. En los que siempre están, que son muy pocos. Y en los que llegaran a mi vida, de eso estoy seguro. Por ellos estoy donde estoy y me veo como me veo. Sudando, cansado, intentando llenar mis pulmones de un aire viciado, asimilando oscuridades y conceptos donde la fe es mucho más que unas zapatillas, un costal y una faja. Me salgo del palo, me pongo recto y me estiro. Me dejo caer en el palo de delante. Y pego mi frente a la madera aun caliente por la chicotá anterior. El, mientras está arriba, porque lo siento respirar y rozar su pie izquierdo contra el tablón que nos separa. Se encuentra solo y a cara de todos, impertérrito. Condenado a muerte, maltratado y apaleado en una mejilla amoratada por el golpe duro y seco de un palo alguacil, sin vergüenza y sin conocimiento de causa. Y noto que el latir de la zona afectada por el golpe producto de la inflamación, se deja sentir en mi corazón como una daga que penetra al compás de sus pulsaciones. De las de El. Si cansado voy yo, más cansado va El. Harto de ver como los mismos que están reventando las aceras intentando asimilar que es lo que está pasando, mañana, cuando el Señor ya se haya recogido, no se acordaran de nada. No tendrán aun nada en claro. No se habrán quedado con el mensaje, porque se perdieron en la música, en el olor de la flor, en aquel color que brillaba más que este otro, o en la cola de un manto que encima estará en boca de todo el mundo, porque es peor o mejor que el de esta otra que vimos ayer, o la que está por venir, o en la bella poesía que el capataz le dedicó al costalero... killo, eso si que es poesía y no la de tal o pascual... que bonita iba esta vestida, y que fea aquella otra... que rostrillo mas rancio, o que túnica mas "esaboría"...

Y yo... a lo mio. A seguir cargando con las penurias de esta vida que trato de llevar de la mejor manera posible, cuando me dejan. Enganchado a mi oscuridad, a la bendita oscuridad que me proporciona este momento bajo el paso. Solo, literalmente. Cuantas veces se está completamente solo en cualquier lugar, por mucha gente que haya. Pero la soledad de un paso, no es una soleá completa. Hay algo que la vuelve del revés y que convierte la sensación de soledad en amparo y compaña. Es El.. lo ves. Va arriba, no mires el faldón, ni siquiera el respiradero. Que más da el color de la flor o si la banda toca una pieza o está callada. El sigue arriba, y tampoco está solo... me tiene a mi... y yo le tengo a El... suena el martillo. Seco. Cuatro duros y sonoros golpes encienden la llama que aviva las candelas de lo imposible. Respiro de nuevo y sigo a lo mio. Cojo aire y pego mi cerviz al palo. Agacho la mirada. Encajo los dientes, arqueo la espalda y tenso los músculos. Y rezo...

Rezo por mi gente. Por la Salud que no le ha de faltar a los míos, mi familia y mis amigos. Por los hermanos que me acompañan y por los que no siendo hermanos de la misma cofradía, pero si lo son de otras tantas, en otros puntos de mi ciudad están dando el mismo ejemplo que yo, dejando el mismo catecismo plástico, pero con distintas escenas de la pasión de Cristo. Lo que es una fiesta para unos, es mucho más que eso para otros. Y cuan grande eres Señor, que hasta los agnósticos y los ateos, van a verte con la excusa de poder comerse después un perrito en el Aliatar, un trifásico en el León, uno de morcilla en las bodegas La Mancha, en la de San Matías un carne en salsa, o ya de recogía en noches de jueves santos, lo que tenga a bien ponernos el estúpido camarero de las bodegas San Antón...

Benditas excusas Señor... pero ahí están. Todos. No creen, critican, desmenuzan, injurian, calumnian, ofenden, juzgan... pero en el fondo, hoy y como tantas otras veces, están a tus pies. Y rezo por todos ellos y por todos los que saben quien es el Señor. Pero rezo mucho más, por todos aquellos que andan faltos de Ti. Que no viven estas sensaciones. Que nunca sentirán el poder de Dios sobre sus costales, y que no sentirán jamás en sus almas, el calor de su Rescate. Claro que se reza bajo los pasos, y no precisamente con los pies... suena el martillo... lo siento... me tengo que ir... A está eh!!... ¡¡¡Señores, a volá con El...!!!...

Pd: Nos vemos en el relevo... y que si se tiene que morir alguien, que lo hagan los feos... y los que no crean en Ti, Señor... mas que nada, para que sean los primeros en verte...

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Foto cedida por Victor Ovies, de su web www.granadaphoto.com

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