Los que se meten bajo la oscuridad del faldon

miércoles, 2 de octubre de 2013

Calífa por unos días... Córdoba - I parte

Ahora, pasadas ya unas semanas desde que visité la bella ciudad de Lucano, o del mismísimo Ibn Hazm, creo que es el momento de retomar el blog. Poco a poco, y con la tranquilidad que da el paso de los días, la mente, el corazón y el alma, han tenido el tiempo suficiente de asimilar lo vivido. Lo visto. Lo sentido... y almacenado recuerdos en el arcón de la memoria cofrade y personal. Hoy, con la claridad de ideas de una mañana que se ha levantado nublada en mi ciudad alhambreña, comenzamos una serie de entradas, dedicadas a la Magna cordobesa. O también llamado oficialmente Vía Crucis Magno de la Fe. Y así fue. La Fe inundó Córdoba, como no podía ser de otra manera, mucho más en los tiempos que actualmente corren.


Llegamos a Córdoba, la tarde-noche del viernes. Tras dejar los asuntos laborales aparcados, nos disponíamos a dejar entrar ese frío que hiela la sangre, por el resquicio que aun nos deja abierto el corazón, dañado muchas veces en este mundillo de las cofradías. Y es que hemos de recordarnos siempre, que las cofradías no son más que asociaciones de personas. Cristianas. Asociaciones cristianas, pero personas al fin y al cabo. Y personas, las hay buenas, y no tan buenas. Yo no pretendo salir en las estampitas. Ya para eso están los santos. Y yo un santo no soy. Ni lo quiero ser. Pero tampoco concibo estar en un mundo de "hermandad y hermanamiento", dando puñaladas a diestro y siniestro, mientras seguimos vistiendo trajes, que muchas veces su tonalidad oscura compite directamente con el color de un corazón ennegrecido. No es el camino, ni las formas, ni las maneras... es lo mismo que no ser fumador, e ir a dar la brasa a un club de fumadores, apuntarse, y querer cambiar las normas y que nadie fume... "pos igual"...


Por eso mismo, los tiempos de barbecho, esos en los que uno se retira y da un paso atrás intentando no perder la estabilidad, pero ganando otras perspectivas desde las que vernos a nosotros mismos, y a los demás, son impagables. Impagables y necesarios al mismo tiempo. Y a mi propia experiencia me remito. Dicen que siempre "de frente" en las cofradías y con los pasos en la calle... y ya no saben ustedes como me río yo de esa frase, cuando te hartas de ver a gente recular y de decir Diego, donde dije Digo. No digo ná, si es para ver pasos en la calle... que bonito es un izquierdo y recaer atrás con el derecho, para mover una mole fervorosa de más de dos mil kilos... que bonito es irse para atrás con un misterio apagado en la penumbra de un parque que parece dormido a las seis de la mañana... y que mágico ese momento, en el que el costalero (persona) da ese "paso atrás"... que todos alguna vez en la vida lo hemos dado. Pasos incluidos. Unas veces, el paso atrás viene impuesto por uno mismo. Y muchas veces, la mayoría de ellas,... en fin... 


De frente, en la vida, con la familia, y con quien de verdad lo merezca. Y con quien así lo merece, me fui de frente buscando Córdoba. Ciudad califal y omeya. Maravilla andaluza por donde se mire. Llevaba ya muchos años sin pisar tan bella tierra, y la ocasión lo merecía. Desde que estuve jugando un campeonato de fútbol con quince primaveras, no había vuelto a la ciudad de Moshé ben Maimó... y ya tocaba...


Sin prisa, pero sin pausa, soltamos las cosas en el hotel, y nos fuimos a la calle, a dar una vuelta. A relajarnos del viaje-paseo en coche desde Granada (tirando por Antequera, totalmente recomendable cuando es de noche y no te puedes parar a contemplar el paisaje), y relajarnos paseando por sus calles, valga la redundancia de pasear, y pasear, y pasear. Y es que no hay mejor forma de reconocer una ciudad, que pisando sus adoquines, palpando sus fachadas, sin rumbo fijo pero fijando la vista en las cornisas de sus tejados o en los alfeizar de sus ventanas, de sus cierres enrejados con buganvillas y geranios rojo pasión cordobés... esos patios, a los que siempre hay que volver... y ya llegará mayo, como buen impar que es...


Y aquí os dejo unas instantáneas de aquel paseo. De aquella noche. De aquellos momentos, previos a lo que sería el Vía Crucis Magno de la Fe del día siguiente. Fotografías de ese fin de semana donde se juntaba un barbecho levítico impuesto por mi mismo, para mi mismo... con las ganas de ver cofradías en la calle, sin juicios ni prejuicios. Desde otra perspectiva. La del simple espectador,... la del que visita la ciudad y disfruta de todo cuanto ve, de todo cuanto oye, y de todo cuanto siente... y he de decir, que cuando el vello se te levanta, se te eriza la piel y en la garganta sientes un nudo que te aprieta el corazón, y hace que te sientas mucho mejor de lo que te venías sintiendo meses y meses, la espera siempre habrá valido la pena... y en eso estaba yo aquella noche. A la espera...


A la espera de que Córdoba y su Magno Vía Crucis, me abriese el pecho de par en par y cerrase de una vez algunas heridas que llevan ya demasiado tiempo abiertas, para dejar pasar por el filtro del alma nuevamente las emociones, las sensaciones, los momentos, las vivencias y sobre todo, sobre todo... recuperar la FE,... La FE... en las personas... ya que mi FE en EL, en ELLA, y en DIOS PADRE TODOPODEROSO, esa nunca se va, por mucha sangre que viertan mis heridas y por mucho que las que parezcan cicatrizar, vuelvan a abrirse descarnadas y cansadas ya de la pelea. Mis heridas... Las que se ven... y las que no se ven... que son siempre las más profundas y más dolorosas... y son solamente mías... y nada más que mías...

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