Hoy, resguardado bajo la oscuridad que me permite este faldón, rebusco en mi memoria, la poca que tengo, la que se remonta inexorablemente a veranos calurosos al amparo de unas manos viejas, pero lisas y tersas después del daño que el paso del tiempo y su trabajo como sirvienta en casa de señoricos le ha dejado de tanto como las ha usado.
Terno siempre oscuro, contrapuesto siempre por una sonrisa blanca, como su pelo blanco, ajado y recogido en un pequeño moño. Su eterna mirada, clavada esa mañana en el calendario. Tengo que llamar a mi hermana, se dice para sus adentros. Es temprano. Apenas son las ocho de la mañana y ella lleva desde el alba en pie. La casa ya esta recogída, y un olor a limpio inunda mi dormitorio, en el que el elegante y claro sol de la mañana sexitana apenas logra entrar por estar la persiana bajada. Seguro que ella la echo anoche para que no pasara frío y entre sueños creo recordar que también intento taparme. ¿Frío en Almuñecar en el mes de Julio?
El olor a limpio se confunde ahora con el de la leche calentada en una pequeña hornilla, ajustada a las medidas de su minúscula pero coqueta cocina. Salto de la cama, y antes de ir al cuarto de baño le doy un beso enorme, de los que salen del alma y salpican centellas en la cara de quien lo recibe. Sus manos acarician mi cara y su beso me desea sin palabras, el más feliz de los días junto a ella. Solos los dos, desayunamos después de lavarme al menos la cara. Su sonrisa y sus conversaciones inundan el salón, donde en una mesa vieja de pino, pero grande como su corazón estamos sentados uno al lado del otro. Detrás, un mueble con un sin fin de cajones, los cuales ya han sido explorados por mi en sus pocas ausencias. Platos llanos, platos hondos, porcelana vieja, fuentes de cristal verdes y azules, vasos de cristal, jarras de barro y manteles de cuadritos, el mantel enrollado de hule, las Galletas de la cajita holandesa, esas que huelen y saben mejor y muchos dulces.... ¡Ah! y galletas maría, las de toda la vida.
Son ya cerca de las nueve de la mañana. Hay que ir al mercado municipal, el cual se encuentra a escasos metros de la calle Sevilla, en plena Avenida de Andalucía. Recuerdame Francisquito, que tengo que llamar a mi hermana Carmen cuando volvamos de la compra...
Esas escaleras que aun siendo un primero, se hacían a veces interminables para sus pobres bronquios, mientras las bajábamos despacio, como dos artistas de cine en plena gala de los Oscars... And The Winner Is... The winner yo siempre lo tuve claro. Fue mi Abuela la que se gano a pulso ese premio, tener el Oscar a la mejor interpretación de abuela y madre. ¿Jurado?, yo solo y mis recuerdos.
Después de salvar, no con ciertas dificultades aquellas abundantes y altas escaleras nos aventuramos por el Mercado. Sí, digo bien, aventurarnos, pues para mi era como ir de excursión por un pequeño parque acuático, donde te paras en todas las cristaleras y pegas la nariz hasta que el vao no te deja ver... y todo para ver "los pescaos". Era fantástico ver y observar a aquellos hombres curtidos por el sol y con la sal impregnada en sus retinas. Yo quedaba absorto pero siempre cogido de su mano. ¿esto que es?... ¿y este otro?... ¿y aquel tan grande, como se llama?... lo dicho, una aventura a la que cada día iba preparado para aprender tanto como pudiese mi cerebro retener.
Pero aquella mañana era distinta, ellos no estaban. En el mercado sus puestos estaban cerrados. Solo algunos locales de flores, carne y fruta abiertos esa mañana, y algunos de estos hombres de tez morena y blanco pelo, que permanecían cubo en mano apostados en algunas de las esquinas del mercado. Haciendo el agosto en pleno mes de julio... en Almuñecar eso se suele hacer durante mas meses al año. De esto ultimo me dí cuenta ya bastantes años después.
Abuela ¿donde están estos pescadores hoy?, ¿porque no están en el mercado?, ¿es que ya no hay peces en la mar?... y mil y quinientas preguntas más de aquel que cree saberlo todo y aun no sabe de nada.
No, hijo mio, no. Como se va a quedar la mar sin peces con lo grande que es y el miedo que a mi me da. Están de fiesta, Francisquito. Hoy es el día de su patrona. Y en su barrio están de fiestas. Esta tarde te llevaré a ver a la virgen, que la montan en una barca y le dan un paseo por San Cristóbal, hasta llegar al Peñón del Santo. Veras que bonito y allí estarán "los marinos".
Ahora, ya con la edad y asimilando como buenamente puedo su marcha, me doy cuenta de el trabajo que le costo ese día a esta mujer, llevar a este que os escribe a ver a la virgen. Había que atravesar media Almuñecar, subir escaleras, bajar escaleras, recorrer todo el paseo hasta pasar el santo peñón, y seguir un poco mas hasta poder ver de cerca la llegada de la patrona de "los marinos". Y porque no podía mas, que si no seguro que me hubiese llevado al mismo barrio donde esos hombres de tez morena vivían. Barrio blanco donde los haya, opuesto totalmente el color de sus habitantes de piel curtida y arrugada, pitillo negro en la comisura de los labios y la sal incrustada en la retina. Barrio Marinero que toca el cielo casi con las manos y con unas temidas escaleras que jamás hubiese subido mi abuela. Ya las subí yo por ti y desde lo alto supe cuando llegue a la cima, que estabas conmigo aquel 16 de julio pasados mas de veinte años desde aquella mañana de julio. Inolvidable. Como tú, Abuela... esa mañana inolvidable como tú.
Feliz día del Carmen y felices fiestas en el barrio de los Marinos de Almuñecar.
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