Gracias...
Solamente eso... que no es poco... así que como siempre... como cada día... Gracias!!!...
Hace ya tiempo que te paseaste Reina del Zaidín Cofrade, en aquel XXV Aniversario, repartiendo Salud (y bien que lo sé), por las calles de una Granada para ti desconocida en tu Salida Extraordinaria de aquel mayo ya lejano. Yo, ya Tu sabes que iba acompañándote todo el camino. Había tenido la dicha hermosa de volver a sacar tu garboso palio azul y salesiano en aquella semana santa. Ese fue hasta la fecha, mi último Jueves Santo contigo. Y esa jornada de mayo, yo tan solo quería estar cerca de ti, Señora. Pero de otras maneras. Caminando a Tu lado, y disfrutando de ti, y de mi gente que iba bajo el paso...
Y te acompañé. Traje azul de mil rayas impares, para ese entretiempo que es el mes impar que a mi me vio nacer, y por el que aún respiro. Caminé a tu lado desde bien entrada la mañana. El de la ida, hacía Catedral en aquella mañana preciosa, saludando a cuantos se acercaban a verte pasar. Luego, Misa en aquel día, que para colmo fue Día Internacional de la Salud... y yo sin pedirte otra cosa, que no fuese lo de siempre... lo mismo de siempre y lo único que me atreví, y hoy día me sigo atreviendo a pedirte... Salud...
Y el camino de vuelta, cosas del destino, y que hice pegadito a tu lado impar. Ese costero bendito que me dio forma costalera. Esa izquierda atrás en la que los dos nos comenzamos a sentir desde el primer momento. Mucho han cambiado las cosas. Yo he cambiado. Hasta Tu has cambiado. Todo ha cambiado, Virgencita del alma mía...
La cosa vino tal que así. Como llegan esas cosas que no te esperas. Ya lo explicqué en su momento, y hoy lo vuelvo a hacer. Creo que merece la pena la ocasión y el recuerdo de aquella tarde. Sobre todo, el de un momento, que se grabó en mi corazón a fuego lento, y por el que siempre en el fondo te he estado agradecido. Y también, motivo por el que el pasado día de la Inmaculada fui a darte de nuevo las gracias... siempre, gracias...
La tarde comenzaba al amparo de un café caliente en la Plaza de las Pasiegas, mientras esperaba que abriesen las puertas de la Catedral por la Capilla Real, para entrar a verte, recogerte y acompañarte en fila en tu vuelta extraordinaria hasta el Zaidín. De pronto, el teléfono que suena. Y una mala noticia, muy mala, fue la que me hizo pasar esa tarde pegado a tu costero. El padre de uno de nuestros contraguías de la cuadrilla del Palio, había sufrido un infarto. Y me pedían, que entrara rápidamente a la Catedral, para suplir aquella baja inesperada y de última hora. Con aquel sabor agridulce, así lo hice. Pidiéndote que echaras una mano a aquel hombre, padre de un buen amigo y costalero salesiano de los de siempre...
Y como no, acordándome infinitamente de mi madre, la cual luchaba en aquellos entonces con un voraz enemigo al que procuro ni nombrar, y al que ha sabido enfrentarse con entereza, valor y optimismo. Y sobre todo, con tu inestimable ayuda en su curación. Y eso es tan solo lo que te pedí aquella tarde. Que no es otra cosa que lo que siempre te pido, pues a ti, no se te puede pedir más que eso... el amor se lo dejamos a Cupido, y el dinero... bueno... eso ya es otro cantar...
Así que tras echar un capote a la que siempre fue, es y será mi cuadrilla, y pasar como he escrito en un principio, por una Granada desconocida por TI, nos dirigimos a ver a la Señora de Granada. Angustias de nuestros antepasados y Patrona de nuestra bella ciudad, y hermosa provincia. La Virgen de las Angustias, abierta su Basílica de par en par, y aguantando su hermandad estoicamente el retraso acumulado por el hecho de no haber mirado un par de cables y unas máquinas de aire en una calle por la que no pasaba nuestro paso de palio. Y allí que llegamos, y allí que te rezamos. Madre.
Salud... Salud... y siempre Salud...
Pero al volverme hacía mi izquierda, y ya con el paso revirando hacía la puerta, una voz que me nombraba me hizo perder la noción del tiempo, del momento, y del lugar... Era mi madre, la reina de mi casa, que me decía: "Franci, Franci,... que he venido a verla, pá pedirle que me cure"... y que llorando tanto de la emoción de ver a su hijo donde ella siempre ha pensado que me debería de ver cada jueves santo (a Tu lado siempre) y sabiendo ella el devenir de aquellos años en mi relación con mi cofradía de toda mi vida, le pudo la estampa. Le pudo el amor que ella me tiene. Y como me ha repetido desde aquel día, le pudo el decirme que si alguien la quiere como yo, no puede haber mejor mensajero que con tanto amor le pida a una Madre por y para otra madre... ambas con mayúsculas y bien escritos sus nombres con letras de oro en las memorias de mi vida. Madre de la Salud... y mi madre Manuela Abuín...
Sabía que había pasado malos días. Que no se encontraba nada bien. A pesar de eso, se armó de valor y se vistió de grandeza, para con mi padre del brazo, acercarse a poder contemplar aquel gran momento. Una madre frente a la otra. Veneración de sus padres, de los míos y de los que quedan por llegar... Patrona y Salesiana. Juntas. Mirándose de frente la una a la otra. Grandes. Inmaculadas y de un bendito azul cielo, el cual lucía estrellado aquella noche. Y allí estaban las tres... impares, como siempre... Mi madre, mi Madre y Mi Patrona... una que me dio la vida... la otra que me la guarda... y la Gran Madre de todos los granadinos, y a la que cada vez que pasamos por sus puertas, aun cerradas, damos gracias y nos persignamos tres veces tres... tres como Madres estaban a mi vera en aquel preciso instante... tres... impar... siempre...
Y fue tanta la emoción y tan grande el momento, que sin saber como ni de que manera, le respondí a mi madre con rabia y a plena voz... "Tu ya no tienes nada, Ella te ha curado... no te preocupas, mamá, que estás en buenas manos"...
Creo que me pudo más el corazón y las ganas de dejar todo aquello atrás de una vez, o el simple hecho de pensar, que eso no le estaba pasando a la que me dio la vida, que la rabia me pudo, y salio a flote el deseo. el único deseo que en ese momento yo tenía, y pedía a voz en grito... "Cura a mi madre, Salud... no te pido nada más... pero que carajo digo, si mi madre ya no tiene ná"...
Y hoy, tras años, meses, semanas y muchos días de pelea, el pasado día 5 de diciembre, recibimos la grandísima noticia de que mi madre, está totalmente curada. Que los marcadores no dan señal alguna de aquel mal infame e innombrable. Que su "salud" está del todo respuesta. Que la pelea ha sido larga y aunque sigo pensando que "porqué ella y no yo",... mi madre, valiente ha ganado la batalla, cubierta desde entonces todas sus noches con un manto azul, que es el que me da la mayor de las razones para seguir aún por estos mundos, locos muchas veces, infumables otras tantas, y dolorosos, muy dolorosos... el mundo de las Cofradías...
Larga vida, Mamá... aun te quedan muchas cosas que hacer aquí con nosotros y que ver de nosotros... que disfrutar con tus hijos y nietos, y los que tendrán que venir... larga vida, Mamá, y enhorabuena porque la Victoria es y ha sido tuya... Ella, la del manto azul salesiano, sabes ya de sobra que nunca te abandona. Ni a ti, ni a los tuyos. Pero déjame terminar todo esto que hoy te quiero decir, al margen de las felicitaciones, nombrando a cada una de las Madres que hacen que mi mundo, sea el que es. El que yo quiero. El que vivo, fuera aparte rencillas y gilipolleces que no conducen nunca a nada... yo me metí en la Hermandad, sin tener ningún precedente en casa. Me he llevado muchos palos y muchas desilusiones en este mundillo cofrade. Pero también han sido muchas las satisfacciones personales que me he llevado y que bien guardo. Personas a las que conocí, y que hoy ya algunas no están. Pasos que paseé y que me hicieron convertirme también, en el hombre que hoy soy... en el padre que intento ser... y en el hijo que sigue intentando hacer lo mejor posible para con sus padres y hermanos...
Y por eso fui a darle las gracias este pasado día 8. Día grande para ELLA y que yo vivo con un hondo pellizco y un sabor agridulce, cada vez que llega este día... diez años sin mi abuela, son ya una década sin la otra madre que yo tuve... y este año, aún más, pues se que alguien anda moviendo los hilos, para que vuelva a ser feliz. Muy feliz... y ya toca, creo... empezamos la quinta década de mi vida (no pensarse que cumplo 50, carajo, que aun me queda), y hay días en los que la mente intentar hacer repaso de todo, y cada día cuesta eso mucho más...
Así que ahí va mi felicitación, a mi Madre bendita de la Salud, y lo haré nombrándolas a todas... y dando las gracias a cada una de Ellas, por su aportación y su pequeño granito que cada una en sus distintas advocaciones seguro que han puesto...
La Paz, que nos ha dejado el saber tus últimos resultados...
La Victoria que has conseguido por ser siempre una luchadora...
La Maravilla que es ser tu hijo y la Encarnación que en tu vientre se fraguó...
Tu Dulce Nombre en mis oídos y el calor de tu apellido que siempre me acompaña.
La Luz que me ampara en la oscuridad...
La Amargura que ha sido compartida por tu esposo, mis hermanos y tus nietos...
Consolación a diario para estar siempre contigo...
Dolores que has sufrido día tras día y a los que has vencido...
Caridad para con tus hijos a los que nunca nos falta de nada...
Esperanza, grande y verde que siempre has tenido presente y en la que todos hemos creído...
Lágrimas vertidas muchas noches en vela, y vecina que te vio nacer en San Juan de los Reyes...
Soledad, aunque tu la hayas sentido, jamás lo estuviste...
Sacromonte al que te gustaba subir de chiquilla a echar bailes y cantes, desde el Ave María...
Penas las tuyas, y las nuestras por verte tantos meses de lucha y pelea...
Rosarios que fueron cayendo noche tras noche y que yo llevo en el bolsillo de mi vaquero...
Merced a las tempestades de calores, sofocos y sudores fríos, que has aguantado estoicamente...
Remedios, todos... los de la salud física, y los de la salud del alma... y que han valido la pena...
Auroras que contemplaste muchas mañanas, por no poder dormir en tu cama...
Estrellas que contaste, pidiendo nada más que Salud...
Concepción que has ido viendo, con tus nietas Carla y Paula...
Amor y Trabajo, virgencita ferroviaria que se que tanto te gusta...
Misericordia tres veces impar, que te acompañó cada día...
(recuerdos de chiquillo y salaillas en el Campo del Príncipe)
Mayor Dolor, hasta retorcerte en cada punzada, y sentirte sola como la Soledad...
Angustias, muchas... pero bien pasadas ahora todas...
Y Alegría inmensa e inclasificable por tu tremendo Triunfo antes esa enfermedad tan rastrera como vil a la par que canalla y desalmada..., esa gran Victoria que todos celebramos el pasado puente dándote una sorpresa en una cafetería del barrio, el de toda la vida. Nuestro Zaidín. Reuniéndonos todos los hermanos sin que tu lo supieses, y con el gancho de nuestro padre (otro que ha sufrido contigo, todos los días 24 horas de cada uno de ellos, y que jamás se ha separado de ti) para esperarte a la hora del café, y felicitarte todos, como solamente tu te mereces... y darte besos y la enhorabuena por tu pelea y tu lucha constate, por ser como eres, y por ser quien eres...
Ya no está. Ya se fue. Y ojalá no lo volvamos a ver nunca jamás, ni acercarse siquiera con su mala sombra a ninguno de nuestra familia, ni a nadie que conozcamos aunque sea de refilón...
Ya no está. Ya se fue. Y ojalá no lo volvamos a ver nunca jamás, ni acercarse siquiera con su mala sombra a ninguno de nuestra familia, ni a nadie que conozcamos aunque sea de refilón...
Y por eso fui a darle las gracias, a la que siempre se que ha estado a tu vera, día y noche. Semana a semana. Mes a mes... año tras año... la más grande entre las Grandes... NUESTRA SEÑORA DE LA SALUD, de la Salud de las Almas, y de la que es tan importante para el común de los mortales... La Salud física que nos hace poder disfrutar mucho más tiempo de nuestros seres queridos...
Y no nos olvidemos de EL, nunca... al que se va por mediación de la Madre que nos protege y bien sabido es que da SALUD a manos llenas (si antes nunca tuve dudas, ahora ya no es ni pensable)...
Pero acordémonos también de Él... el vecino de mi madre... el Santísimo Cristo de la Redención... gracias a ti también, Señor... por siempre. Ruega por nosotros, y que Ella siga dándonos Salud, mientras tu, nos sigas dando la Paz... Amén...
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