Cuando en la mañana me haya ido, como cada mañana con el sol, no tendrás mio ningún recuerdo. Solo un hueco en la almohada, donde meter mi olvido. Y hoy he sabido, que paseando por Granada, esta Granada mía, que es mía porque mía es, no se que carajo has estado haciendo tanto tiempo a mi lado. No te echo de menos. Es más, ni siquiera me acuerdo de ti. De tus maneras. De el olor que dejabas por toda la casa. Del frío que me calaba los huesos, al entrar en aquella habitación. De el regusto amargo que dejabas en el pozo de mi quietud, por no saber que hacer contigo, y como deshacerme de ti...
Y hoy, después de muchos días rondándome la idea de no querer verte nunca más, he sentido que ese vacío que dejaste en mi, y bendito el día que lo dejaste, se ha llenado de lo contrario a ti. No te echo de menos, no te extraño, no te busco, ni siquiera me acuerdo de ti. Tampoco me hace falta. Espero de corazón, que nunca jamás vuelvas. Que te vaya bien. Que encuentres otro regazo, otro corazón, otra mente y otra alma en la que refugiarte. Que te vaya bonito. Que no regreses a mi vida. Que jamás te acerques al quicio de mi puerta, y que si puede ser, evites todas las calles por las que yo paseo, y que siempre me conducen inexorablemente a donde siempre quise estar, y ser...
Te quedaste tanto tiempo anclada en mi, y en mis ojos, que hubo siempre alguien que me lo notó. Sabían de ti, por mi. Hubo quien preguntó por ti, no hace mucho. Los hay, que hoy mismo se preguntarán si sigo contigo, o si tú sigues conmigo. Ya les puedes decir, que no. Tranquilamente. Sin ningún reparo, por que así lo haré yo. Y todos lo sabrán. Ya no estás. Ya no caminas a mi lado, ni te sostengo en mis brazos. Ya no te cuelas en mi alma, ni traspasas mi corazón, como lo has estado haciendo tanto tiempo. Ya no hay un hueco en mi vida para ti. Y ya puedes pedírmelo, que no te lo daré. Te dejé, sin pensarlo siquiera y sin saberlo tal vez, un trozo de mi vida,... y te tomaste la libertad de quedarte a vivir en él, como si te pensaras que no llegaría el día en el que tuvieses que partir, salir de tu cueva vacía e inerte, y marchar lejos de mi...
No te añoro. No te quiero. Ni siquiera te siento. Y ahora, no me explico yo, que hice tanto tiempo junto a ti, ni el por qué te quedaste conmigo tanto tiempo. No lo se, pero tampoco me importa. Ahora solo vale saber que te has marchado, que has hecho bien en hacerlo, y que no te quiero volver a sentir a mi alrededor... y por cierto... hoy, el primer día después de cumplir ayer treinta y nueve años impares, me he dado cuenta, de cuanto tiempo, vida, sonrisas y alegrías he desperdiciado a tu vera. Y nadie sabe lo bien que me ha sentado el saber que ahora sí que sé, que no volverás, por que yo no dejaré que así sea...
Por que más fuerte que tú, son las guitarras y el són. Las calles del corazón. Las curvas de la belleza. Más fuerte que tú, son los geranios en flor, los sueños que dan licor, los bulbos que dan la tierra. Y entonces recuerdo, que cada vez que estuviste cerca de mi... tenía que haberte dicho "vaya usted con Dios..."... ahhh... se me olvidaba, pero no te pido perdón.... no dije tu nombre, lo siento... pero no lo dije a conciencia, por que quiero que esta sea la última vez que mis labios te nombren... porque más fuerte que tú, son tres minutos de amor, el valor del perdedor, la estrellas de la sierra... y ojalá hubiese tenido antes la lucidez que mi cabeza tiene hoy, para haberte dicho en su momento... "vaya usted con Dios"... y no vuelvas... y ahora sí, diré tu nombre... pero por última vez... por que ya te dejé que estuvieses mucho tiempo cerca de mi... muy cerca de mi,... tan cerca de mi, que te quedaste a vivir... pero hoy, fíjate por donde, no estás...
No te echo de menos. Bueno, la verdad es que llevo días, semanas, y diría que meses, sin echarte de menos. Para nada. No me haces falta. Ya no te espero. Ni siquiera te recuerdo. Ya no caminas a la vera de este que sigue haciendo sombra todos los días. Me levanto y no estás. Me despierto muchas noches y no te tengo. Siento y sé que te fuiste, y no sabes como y cuanto me alegro. Ahora sé, que abandonaste tu rincón favorito. Ese en el que pasabas las noches, agazapada en mi regazo. En mi mente. Y en mi corazón...
Así que espero no volver a verte nunca más... Adiós, Tristeza... Adiós...
Qué bonito!, además lo bueno de la tristeza es que siempre le puedes dar una patada en el culo.
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