Os dejo el artículo que me solicitaron para esta cuaresma y que ya ha salido publicado en el Boletín Divina Misericordia 2012, de la Hdad. del Silencio - Granada.
De
vez en cuando, Silencio…
Ante quien siempre me debo de callar,
ya sea ante su paso… o delante de su
guión...
Ante la misericordia infinita de un Cristo,
crucificado sobre taracea...
Ante la penumbra de mi alma y el silencio
de sus noches...
Ante El, y solo ante El... bendita efigie
divina y devocional...
Ante el Amor infinito, la Luz del mundo, y
la Vida…
Señor, Salvación de vivos y muertos.
Divino Redentor…
Ante quien siempre me debo de callar,
ya sea ante su paso… o delante de su
guión...
De vez en cuando, Señor, me escapo a verte. Busco un hueco, o lo intento, en este trajín de vida sin reposo y sin descanso, que nos estresa y nos desespera a partes iguales. -"Esta la cosa chunga, Padre mío, y si me paro, se me va la Vida…"…
Que no daría yo por poder visitarte más a
menudo. Y cuando no puedo, no te creas que no te busco en las sombras, aquellas
que la penumbra me deja ver en noches oscuras y en calma. Que no daría yo, por
dejar pasar las horas muertas a tu muerta vera, sin prestarle atención alguna a
las manecillas incansables de un reloj que nunca llevo, pero que sé a ciencia
cierta, que no paran de dar vueltas y vueltas… y más vueltas…
Sentarme a tu vera un ratico, por el
simple hecho de sentarme, para la mayoría de las veces no decir nada. Simplemente
notar el espeso silencio de tu muerte serena, tu bondad infinita y tus carnes
frías e inertes que cuelgan de un madero de manera gratuita, para la salvación
de todos los que seguimos crucificándote a diario.
Daría mucho más de lo que muchos puedan
estar ahora mismo pensando, por parar el tiempo en esos instantes en los que
uno se siente verdaderamente en paz, tranquilo, sosegado, intentando no hacer
frente a las afrentas que contra ti claman los ultradefensores de la concordia,
el respeto, la tolerancia y la laicidad penosa de esta sociedad nueva y que no
sabe a qué juega, ni a donde va.
Que no daría yo, por pasar las horas que
me puedan quedar al día, sentado a tu verita, perdonando a quien nos juzga pero
no nos perdona, e intentando comprender que se haga siempre tu voluntad, sobre
todo aquí en la tierra. Porque ya tendré tiempo de comprobar cómo se hace allá,
en el cielo.
Poder parar el tiempo tan solo unos momentos,
para seguir reconociendo, que no nos falta gracias a Ti el pan nuestro de cada
día, convertido en el mejor de los "misterios" de cuantos
misterios yo pueda conocer.
Intentando ser objetivo y franco, primero
conmigo mismo, y después con los demás, aunque eso a veces duela, y no sabéis
de que formas y maneras. Un solo instante a tu lado, nos puede cambiar la vida
y las maneras de pensar. Incluso las de respirar, de latir, de sentir y hasta
de andar. Nos puede cambiar las hechuras del alma, lijando asperezas donde las
haya, y afilando esquinas ya maltrechas para sacarle punta a nuestros
pensamientos, nuestra fe, y nuestras creencias. Un rato de charla intensa,
mística y placentera contigo, tengo que reconocer que me ensancha el alma y me
regocija en el corazón.
Me entristece el estar sentado a tu vera y
no poder hacer más nada que contemplarte en silencio, pero he de reconocer que
también me alegra esta situación a partes iguales. Tristeza. Y alegría. Provocas
sentimientos en mí, que pocas cosas más hacen que salten esos resortes a veces
mal engrasados y que chirrían infinidad de veces cuando los goznes de nuestras
junturas envejecen con cada paso que damos… y con cada error que cometemos.
Pobres humanos que al fin y al cabo es lo que somos…
Señor... qué bonito es tu silencio, y
cuanto respeto me inflige el estar a tu vera, por haber pecado, o producirte un
daño o una ofensa con mis actos. Tú que estás en los cielos, ¿¿cómo te noto tan
cerca??... Tú que eres Santo y Seña, ¿¿cómo es que llevas por corona un espino
que se nos clava en la retina y nos araña la sangre??... Tú que eres Rey de
Reyes, ¿¿qué haces colgado inerte de un madero ornamental, al que en Granada
llamamos “taracea”??...
No lo entiendo. De verdad que muchas veces
no lo entiendo. Y por eso, de vez en cuando te busco... y te hago mil preguntas
en silencio, o simplemente callo y me quedo siempre como siempre,… en
silencio... y es que no hay nada más bello, que el silencio de tu muerte
generosa para regocijo de quienes te amamos, y para el pesar de cuantos no
queriéndote, y que reniegan abiertamente de Ti, qué casualidad que te tienen
siempre en la boca...
Señor, cuan grande eres, Misericordia
bendita. Que hasta muerto en la cruz, provocas la ira de unos, y el
remordimiento ancestral de los otros... y todo eso en silencio. En el mayor y
más respetuoso de los silencios... y es que como ya he escuchado y leído alguna
vez a un "amigo" que bien sabe de Ti, y de los tuyos... ante Ti, solo
hay que hacer una cosa... callarse. Callarse y disfrutar de tus silencios…
Silencios... qué bonitos son tus silencios, Padre mío. Que tremenda
la oscuridad de la noche que nos envuelve y nos da paso a otra que seguro que
está por venir, y que llamaremos siempre “la siguiente”. Siempre es de noche,
al menos para mí. La luna no existe. Solo existen los silencios. Al amparo de
las sombras busco refugio y perdón para mi condena y los pecados que me
llevaron a ella. No se encuentran las palabras ante tu muerte tan fría y tan
repentina…
Anoche, en el cenáculo de los misterios nos dejabas tu legado de
Hombre y de Dios, convertido en pan y vino. Y hoy... hoy te encuentras colgado
como la ropa vieja y usada, desamparado al viento, la lluvia o la escarcha de
estas madrugadas que arrecian en nuestra ciudad. Malherido, como un león
acorralado por tantas hienas. Desangrado, como el cordero que en pascua gritaron
las escrituras. Inerte, como la roca que es fría y no da calor. Y en
silencio... en el más profundo y constante silencio...
En el más profundo y constante de los silencios... y es que hay
silencios que cortan como espadas. Y otros que hieren y te parecen silencios de
los que te matan lentamente, pero no te dejan morir del todo. Hay silencios que
se soportan o al menos se intentan sobrellevar. Silencios que estoicamente se
miran de frente, y otros que ni siquiera los ves "de venir"…
Silencios en los que intentas guardar la compostura. Silencios en
los que te tambaleas y crees perder la noción del tiempo, del espacio y de lo
que te sustenta bajo los pies. Silencios largos y lentos. Silencios espesos y
abandonados, en los que nadie es capaz de respirar…
Dicen muchas veces que hay personas silenciosas, que son mucho más
interesantes que los mejores oradores. Los silencios son marchitos si nadie los
capta, y terriblemente crueles para aquellos que si los escuchan. A veces, el
silencio es la mayor y la peor mentira…
Y también dicen que hay que guardarse de un agua silenciosa, de un
perro silencioso y de un enemigo silencioso. Y yo quizás, ya conozco a los
tres. Y te digo, sin ningún miedo a equivocarme, que estos silencios no son
para nada comparables con el tuyo, Señor, pero todos ellos me hieren y como la
arena del desierto para el viajero fatigado, son lo mismo que los silencios de
las conversaciones incesantes de los amantes de sus propios silencios…
Soporto incluso aunque herido de muerte, el silencio de una playa
sin olas. Soporto Señor, y Tú lo sabes, el enterrarme y esconderme bajo la
arena si se tercia y permanecer alejado, aislado, herido y callado... y en
silencio…
Pero tu silencio, el tuyo... me mata. No puedo aguantar más un
segundo contemplando tu silencio, porque yo soy de los que los oyen, de los que
los captan, y de los que se envenenan con el... con tu silencio...
y tu Silencio, Señor,...
es el más fuerte de los ruidos…
y quizás… de los ruidos el más fuerte...
Ante la misericordia infinita de un Cristo
crucificado sobre taracea...
Ante la penumbra de mi alma y el silencio
de sus noches...
Ante El, y solo ante El... bendita efigie
divina y devocional...
Ante el Amor infinito, la Luz del mundo, y
la Vida…
Señor, Salvación de vivos y muertos.
Divino Redentor…
Ante quien siempre me debo de callar,
ya sea ante su paso… o delante de su
guión...
Porque Tú eres Jesús, Tú eres la Luz… y Tú
eres la Vida…
Cuando recibí el bolentín en casa me llevé una grata sorpresa al ver tu nombre y tus palabras impresas en el. Han sido bellas las emociones que has dejado sobre ese Cristo tan especial, sobre todo a aquellos que hemos estado tan cerca de él desde hace tiempo. Por todo ello, muchas gracias y recibe un abrazo cuaresmal.
ResponderEliminarGracias, Raul... me dieron una enorme alegría el día que me dijeron que si quería escribir para el boletín. Y fue un tremendo placer el escribir esas palabras. El Señor, es el Señor...
Eliminar